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El lanzamiento de Sumar ha visualizado sin tapujos una realidad manifestada desde hace meses en múltiples indicios, pero que no había salido a flote en toda su crudeza: con la fractura entre Yolanda Díaz y Podemos, el Gobierno de coalición se ha convertido a todos ... los efectos en un tripartito, con dos socios minoritarios enzarzados en una pugna fratricida por el mismo espacio político y las relaciones entre sus líderes seriamente deterioradas. Además, con la peculiaridad de que la impulsora de la nueva plataforma de izquierdas era en teoría la principal representante de la marca morada en el Ejecutivo. La alta tensión entre esos dos grupos que ha salido a la luz en la última semana y la inminencia de una doble cita electoral en la que, salvo un acuerdo previo a las generales, competirán entre sí -Sumar no se presenta el 28-M, pero sí varios de sus integrantes- y con el PSOE, pondrá a prueba la estabilidad del Gabinete en el tramo final de la legislatura.
Aunque ambas partes se hayan esforzado durante meses en poner sordina a sus diferencias, no constituyen ningún secreto sus distintas sensibilidades en asuntos nucleares como el apoyo militar a Ucrania o la reforma de la ley del 'solo sí es sí' tras la masiva rebaja de penas a agresores sexuales. Del discurso de Yolanda Díaz al confirmar su candidatura a La Moncloa se desprende la apuesta por una izquierda institucional, alejada de la retórica populista de Podemos y sus invectivas contra el llamado 'régimen del 78'. La afinidad con ella de Pedro Sánchez, que confía en el empuje de Sumar para revalidar una mayoría progresista en el Congreso, ha abierto una brecha de desconfianza entre el partido de Ione Belarra y los socialistas, y enrarecido el ambiente en el Gobierno.
Cómo sepa gestionar la coalición la convivencia entre los que ya son tres socios, sus respectivos intereses partidistas y el objetivo común en mantenerse en el poder será un factor relevante de cara al resultado de las próximas elecciones generales. El Ejecutivo no está en condiciones de soportar una sucesión de desgarros internos a cuenta de la competencia en las urnas entre sus componentes. Pero el enconado pulso entre Sumar y un Podemos necesitado de asegurar su supervivencia política, y que además mantiene una privilegiada relación con ERC y EH Bildu -dos socios esenciales para Sánchez-, amenaza con agitar el tablero. No hasta el extremo de romper la coalición, pero sí de someterla a un intensivo test de estrés.
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