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Dos meses de bombardeo inhumano, casi 3.800 muertos y la eliminación de barrios enteros en Líbano, también en la capital, no terminaron con el lanzamiento de cohetes contra el norte de Israel. El alto el fuego en vigor desde la madrugada de ayer tiene ... un único beneficiario: Benjamín Netanyahu, obligado a replegarse en el frente libanés para concentrar su ejército exhausto en la destrucción de Gaza y la vigilancia de Irán. Hezbolá, con sus dirigentes y militantes diezmados, encaja otra derrota aún más dolorosa, la de aceptar una tregua con la que se desentiende de la suerte de los palestinos.
Mientras aguarda la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, el primer ministro israelí maneja a su antojo a los garantes del acuerdo de cese de hostilidades. A Estados Unidos, aportando una paz ficticia que Joe Biden pueda incorporar a su escaso legado en política internacional; y a Francia, al permitirle ejercer de antigua potencia colonial a cambio de declarar que Netanyahu no debe responder ante la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra porque Tel Aviv no suscribió el Tratado de Roma. Una 'absolución' que, cabe suponer, Macron haría extensiva a las atrocidades de Putin en Ucrania.
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