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El atropellado anuncio de que el PNV no cuenta con Iñigo Urkullu como candidato a las próximas elecciones autonómicas ha sumido en la provisionalidad al Gobierno vasco, que entra así en un final de etapa en el que, aunque conserve intactas sus competencias y el ... objetivo de cumplir su programa, ofrece una inevitable imagen de ya amortizado. El lehendakari asegura que todavía «queda mucho por hacer» en esta legislatura y por ahora no ha ofrecido pistas sobre la fecha de los comicios, una potestad que tiene reservada en exclusiva. Hace unos días la vinculó al traspaso de tres competencias previsto para principios del próximo año en el acuerdo entre su partido y el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez. La conveniencia de prolongar lo menos posible la interinidad generada por la decisión de Sabin Etxea de apartarle de las listas, ejecutada como un desaire que no merece su trayectoria personal, empuja a favor de un adelanto. Sea o no lo que más convenga a su propia formación, que no concluirá hasta el 20 de enero el proceso de selección de su nuevo aspirante a Ajuria Enea, Imanol Pradales, y puede necesitar cierto tiempo para darlo a conocer a la opinión pública.
Juega a favor de esa opción la inminente aprobación de los Presupuestos y de la principal ley pendiente, la de educación, que saldrá adelante solo con los votos del PNV y los socialistas al haberse frustrado la esperanza de un gran pacto de país por el desmarque de EH Bildu y Elkarrekin Podemos. La otra alternativa, hacer coincidir las elecciones vascas con las europeas del 9 de junio, tiene un doble inconveniente: supondría prolongar en exceso la anómala situación actual y, además, un nada despreciable riesgo de que los grandes retos de Euskadi y las propuestas de las distintas fuerzas para abordarlos se vean sepultados en la campaña por la bronca política nacional.
La suma de estos factores conduce a una cita en las urnas en marzo, como sugirió en su momento la presidenta del Bizkaia buru batzar, Itxaso Atutxa, en un insólito pronunciamiento que provocó una no menos insólita respuesta de Urkullu en defensa de sus atribuciones. Un pulso en público que revelaba la tensión entre el 'aparato' del partido y el lehendakari mientras se gestaba el cambio de cartel para las autonómicas. La legislatura se ha adentrado en tiempo de descuento tras el movimiento del PNV. Parece muy dudoso que prolongarla artificialmente sea lo mejor para el país.
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