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La dimisión de Iñigo Errejón como diputado y portavoz de Sumar en el Congreso, forzada por esa coalición y por Más País -su partido- después de que él mismo confirmara a sus dirigentes la veracidad de acusaciones anónimas de acoso sexual y malos tratos que ... circulaban por las redes sociales, ha desatado un terremoto de imprevisibles consecuencias en la política nacional. Por la trayectoria del afectado, por su significación como abanderado del feminismo en formaciones que hacen gala de ello -fue cofundador de Podemos- y por la flagrante contradicción entre su discurso público y «comportamientos machistas intolerables» en el ámbito privado que habría admitido ahora. También por desatar una aguda crisis en el grupo de Yolanda Díaz, abierto en canal cuando intentaba recomponerse tras una sucesión de batacazos electorales, lo que debilita gravemente el espacio a la izquierda del PSOE -esencial para que Pedro Sánchez pueda reeditar su mayoría- y salpica al Gobierno.
Resulta difícil encontrar un ejemplo más descarnado de hipocresía y doble moral que el que representa Errejón: prototipo durante años de una pretendida superioridad moral en defensa de la dignidad de las mujeres desde la que se permitía dar lecciones a los demás y, a la vez, presunto autor de repugnantes agresiones como las narradas por la actriz Elisa Mouilaá en la denuncia que presentó el jueves por la noche contra él en un juzgado. Es la primera tramitada de momento ante la Justicia, donde se deben ventilar estas cuestiones. El ya exdiputado fue incapaz de pedir perdón a sus víctimas en el críptico comunicado en el que renunciaba a sus cargos y relacionaba el «patriarcado» con su actitud «tóxica» y «neoliberal» que no concretaba, como si ambos términos fueran sinónimos. Ahora tendrá que asumir sus responsabilidades penales con todas las garantías de una democracia y desde el respeto a la presunción de inocencia.
Sumar, en estado de shock y condenada a una «catarsis» según el líder de IU, Antonio Maíllo, debe aclarar si conocía con antelación las andanzas de su exportavoz y, en tal caso, por qué no obró en consecuencia. La respuesta de la vicepresidenta Yolanda Díaz no puede limitarse a un tuit. En las últimas horas se ha sabido que una parlamentaria de Más Madrid hizo gestiones meses atrás para silenciar las acusaciones contra Errejón de una mujer en redes sociales. Flaco favor hace este escándalo a la pretensión de la izquierda de monopolizar la defensa del feminismo.
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