Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La sequía ha sido un problema endémico de distintas áreas de nuestro país que afecta ya a España en su conjunto a causa de la emergencia climática. Al riesgo de que se acelere la desertización de una amplia parte del territorio nacional se le suma ... la carencia de agua incluso para un consumo moderado. En palabras del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, «nunca se ha registrado una sequía tan larga ni de tanta intensidad». Esta realidad impone cambios en la agricultura, la industria, el turismo y en los patrones de conducta de las personas que no podrían limitarse únicamente a restricciones esporádicas aquí o allí. La sequía no es ya una excepción temporal o territorial. La excepción está en la certidumbre de contar con agua prácticamente siempre con la seguridad de que la flora, la fauna y los cauces que desembocan en el mar no pasarán sed más que de forma accidental.
Las alertas que suenan en Cataluña serán seguidas muy probablemente por las de Andalucía, sin que haya seguridad alguna de que sean silenciadas por la lluvia que caiga dentro de meses o de que no se extiendan hacia otras comunidades. La sequía no está para bromas, y mucho menos para puyas como las que lanzó ayer Isabel García Ayuso. Ni siquiera está para que afloren de nuevo los agravios reales o supuestos entre territorios y cuencas. Lo más significativo del problema está en el pormenor de las medidas de urgencia de la Generalitat. Parecen ocurrencias anecdóticas, pero son el reflejo de una impotencia institucional más que preocupante. Una llamada desesperada a cerrar cañerías y grifos en un esfuerzo voluntarioso por tratar de que el agua siga corriendo pasado mañana, aunque sea en menor cantidad.
No existe una política de Estado frente al cambio climático más que en un sentido tentativo. Pero su enunciado general tampoco serviría para atajar el problema de la sequía si no va acompañado de una adenda ejecutiva en materia de agua. La contención en su uso es ya un mandato que compromete a los ciudadanos, aunque precisaría un mayor esfuerzo de sensibilización. El aprovechamiento óptimo del agua disponible requeriría ideas, proyectos y fondos públicos también como argumento motivador de las restricciones. Pero ante todo es necesario generar un consenso institucional y social para que el país en su conjunto asuma que debe administrar y compartir el agua realmente existente poniéndose en lo peor en cuanto a la precipitación futura.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.