La reciente celebración de la Diada en Cataluña, con un nivel de movilización popular en franco declive, indica el desfallecimiento y la tensión interna del movimiento independentista seis años después de la fallida declaración de la república catalana. Los resultados del 23 de julio, con ... descensos muy considerables de apoyo tanto a Esquerra como a Junts (la antigua CiU), plasmaron en las urnas la decepción de muchos de quienes en 2017 asumieron como realistas las quimeras que prometían los líderes secesionistas. La firmeza del Estado de Derecho supuso un baño de realismo para los fabricantes de utopías unilaterales. Ya en el mismo instante en que Carles Puigdemont se negó a convocar comicios y optó por proclamar la independencia bajo la presión de ERC, para anularla segundos después, se palpaba la distancia estratégica entre convergentes y republicanos. La huida de Puigdemont a Bruselas mientras Junqueras y los suyos se sometían a los tribunales no hizo más que agrandar la brecha.
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En plena fase de conversaciones para establecer el precio político del independentismo a la investidura de Pedro Sánchez, las luchas intestinas en el bloque secesionista no hacen más que agudizarse. En lo único que parecen estar de acuerdo es en exigir amnistía y referéndum, aunque respecto a plazos y fórmulas hay discrepancias entre las siglas e incluso dentro de cada formación. La disputa por la hegemonía soberanista en Cataluña va a condicionar las negociaciones para investir a Sánchez y, especialmente, las elecciones autonómicas de 2025. Hasta la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) que en tiempos ejerció un cierto liderazgo emocional del separatismo lanza órdagos permanentes a los partidos amenazando con presentarse a las autonómicas con una lista cívica, para ocupar su espacio y plantear la vía unilateral a la independencia.
El pulso entre Junts y ERC, separados por solo un escaño en el Parlament, crece cuando se acerca el aniversario del referéndum del 1 de octubre e impulsa la radicalidad para no verse acusados de traicionar el espíritu de aquel episodio. La competencia llega a tal punto que parece que los seguidores de Puigdemont temen más ser superados electoralmente por ERC que hacer frente al desgaste que pudieran tener, en caso de repetición de las generales, si no llegan a un acuerdo para convertir a Sánchez en presidente del Gobierno.
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