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Las manifestaciones del Primero de Mayo sacaron ayer a la calle las reivindicaciones de los sindicatos vascos, profundamente divididos desde hace décadas en función de su carácter abertzale o no y, muy especialmente, en las estrategias y herramientas para alcanzar sus objetivos. Una fractura reflejada ... de nuevo en los actos por separado. Con ELA y LAB cada día más distanciados, solo CC OO y UGT fueron de la mano. Junto a mejores salarios y empleos más estables y de calidad, demandas que interpelan a los empresarios y en su condición de tales a las instituciones, entre las más repetidas cobraron protagonismo el refuerzo de los servicios públicos -incluida la sanidad- y del sistema de cuidados, así como medidas para que la vivienda deje de ser un lujo inaccesible para amplias capas de la población. Unas reclamaciones que ponen deberes al futuro Gobierno vasco, que cometerá un error si se limita a aplicar recetas continuistas cuyos resultados distan de ser satisfactorios. La demostración de fuerza de GKS, el grupo disidente de la izquierda abertzale, al reunir a miles de jóvenes en Bilbao fue una de las grandes novedades de la jornada.
El tono exigente adquirió los mayores decibelios en la movilización de ELA, cuyo secretario general, Mitxel Lakuntza, advirtió al próximo lehendakari que «el conflicto está abierto» y defendió la huelga como el mecanismo más eficaz para alcanzar avances sociales. Más que un ejemplo del que enorgullecerse, el hecho de que Euskadi concentre el 40% de los paros de todo el país constituye una anomalía que refleja las carencias de un diálogo social con sincera voluntad de entendimiento. Esa conflictividad contrasta con un empleo récord y con las condiciones laborales en el País Vasco, aunque las extendidas entre las nuevas generaciones son un freno a la emancipación con nocivas consecuencias económicas y sociales, y merecen una severa reflexión como país.
El fuerte aumento de los beneficios otorga margen a las empresas para atender peticiones sindicales razonables en un proceso de distribución de la riqueza. Los progresos en la negociación colectiva, que han permitido a miles de trabajadores recuperar poder adquisitivo no sin tensiones con la patronal, dan fe de ello. En la movilización de Madrid, a la que acudieron nada menos que ocho ministros, CC OO y UGT exhibieron una significativa sintonía con el Gobierno de Pedro Sánchez y abogaron por una reducción de jornada tan tentadora como de cuestionable viabilidad.
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