Osakidetza abrió el año con 186 plazas de médicos de familia y pediatras sin cubrir en la Atención Primaria. Lejos de resolverse, la angustiosa falta de facultativos irá a más a corto plazo por el elevado número de profesionales al borde de la jubilación y ... porque los graduados en ambas especialidades son insuficientes para garantizar el relevo generacional. Las carencias actuales han provocado un monumental atasco en la puerta de acceso al sistema, lo que acaba por perjudicar al conjunto de la red. No se trata de un problema específico de Euskadi, sino generalizado, para el que no existen soluciones mágicas ni inmediatas. Pero, ya que los responsables sanitarios no han sido capaces de evitarlo, su gravedad les obliga a buscar fórmulas que al menos palíen sus consecuencias y a transmitir sin ambages a la opinión pública que el modelo existente hasta ahora es insostenible, por muy impopular que resulte.
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El Gobierno vasco se plantea recortar los horarios de los centros de salud más afectados, atribuir algunas de sus funciones a los PAC -que ejercen de urgencias ambulatorias- y derivar pacientes a hospitales distintos a los que les corresponden para reducir las listas de espera quirúrgicas. En definitiva, cambios organizativos que implican una mayor movilidad de los ciudadanos para ser atendidos, en línea con el polémico plan de la consejera Gotzone Sagardui -aunque en una versión suavizada-, que teóricamente había sido aparcado. Es posible que en este momento no existan más alternativas. Pero, sin cuestionar la necesidad de esos ajustes u otros similares, los gestores de Osakidetza han de velar por que su aplicación detenga el deterioro de la calidad asistencial, percibido con inquietud por una buena parte de la ciudadanía.
La falta de médicos de Atención Primaria revela clamorosos errores de planificación que vienen de muy atrás. Un persistente desequilibrio, al que nadie parece haber prestado atención hasta que era demasiado tarde, entre la edad de los profesionales, las vacantes cada año por jubilaciones, el tope de alumnos en las facultades de Medicina y las plazas MIR ofertadas, a lo que se une la pérdida de prestigio de esas especialidades, elegidas por una mínima parte de los futuros galenos. El hecho de que la responsabilidad esté compartida por distintas administraciones no debe servir de excusa para echar balones fuera, pero tampoco ser un obstáculo para encarar el problema con la urgente determinación que requiere.
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