Los energúmenos que ponen vidas en peligro al lanzar bengalas a la afición rival en un estadio no pueden tener cabida en el fútbol ni sus fechorías quedar impunes. El deleznable comportamiento con el que un grupo de radicales seguidores del Athletic festejó el gol ... del empate en Roma merece la más rotunda condena al afectar gravemente a la seguridad de cientos de espectadores, violar las más elementales normas de convivencia y ensuciar la imagen del club, que reaccionó con la rapidez y la contundencia debidas, al igual que el entrenador y varios miembros de la plantilla. La «tolerancia cero» prometida por Ibaigane ante esa «inadmisible» actitud le obliga, como ha prometido la junta directiva, a colaborar con las autoridades en la identificación de los violentos y, al margen de las consecuencias penales que pudieran acarrearles sus actos, aplicarles ejemplares sanciones en su condición de socios o hinchas rojiblancos. Es ineludible desterrar la violencia de los recintos deportivos. Acciones similares a las de la noche del jueves han provocado muertes. Instituciones, clubes, fuerzas de seguridad y aficionados han de redoblar sus esfuerzos antes de que haya que lamentar una tragedia irreparable.
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