El G-20 se reúne este fin de semana en Nueva Delhi tras constatar, desde la cumbre de Bali el pasado año, que a cada paso surgen más distancias entre los principales países del mundo. Así se ha comprobado en las reuniones preparatorias de la ... cita en India y, sobre todo, ante los acontecimientos sucedidos o provocados desde noviembre de 2022. La ausencia de Xi Jinping en la cita sería uno más. La gestación de círculos de interés geoestratégico y económico alternativos al sistema liderado por Estados Unidos en cooperación con la Unión Europea remodela, inevitablemente, el escaparate del G-20. Máxime cuando el pasado mes China, Rusia y la propia India sumaron al club del que también forman parte Brasil y Sudáfrica a Irán junto a Arabia Saudí, Emiratos, Etiopía, Egipto y Argentina.

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Es evidente que los BRICS ensombrecen ya la preeminencia de los Veinte. Aunque hablando en defensa de las necesidades del Hemisferio Sur traten, en primer lugar, de extender y consolidar sus respectivas áreas de influencia. Pero hay una línea divisoria crucial para la seguridad mundial, y para que el futuro global no se vuelva del todo imprevisible a causa del uso ilegal e ilegítimo de la fuerza contra la soberanía de los países. Es la guerra desatada por la Rusia de Putin para acabar con su vecina Ucrania y la libertad de los ucranianos. Representa también el desafío que la autocracia del Kremlin lanza a las democracias liberales con la pretensión de que a ella se sumen otras autocracias. Y la sola eventualidad de que la cumbre de Delhi se muestre más tibia que la anterior frente a la ignominia rusa podría aportar sinrazones añadidas al desvarío de Moscú.

El mundo desarrollado tiene obligaciones que atender respecto a los países del Sur. Deudas históricas que cubrir, junto a la necesidad de reequilibrar el planeta para que no sea tan desigual y consiga volverse más sostenible. De ello depende, por otra parte, que el mundo no acabe más deshumanizado bajo las angustias de las corrientes migratorias, con millones de personas en una deriva provocada por hambrunas, atrocidades violentas y catástrofes naturales. Pero lo que se escaparía a toda razón es que el G-20 no tuviera en Nueva Delhi la posibilidad de poner coto a la utilización de las dificultades que atraviesa el Sur para que regímenes sin contrapesos -como el de Rusia o el de China- hagan de la miseria imputada a Occidente la gran baza de su expansión imperial.

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