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El objetivo del primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, de eludir su proceso por corrupción guía su proyecto de reforma judicial, que pretende dar a la coalición gubernamental la última palabra en el nombramiento de jueces y otorgar al Parlamento la autoridad de anular decisiones del ... Tribunal Supremo. La iniciativa ha desatado semanas de multitudinarias protestas en las calles, que culminaron ayer con un llamamiento del mayor sindicato del país a la huelga general, que cerró el aeropuerto Ben Gurión y los dos principales puertos y alcanzó a embajadas como las de Washington y Londres. Unos meses después de su regreso al poder, Netanyahu ha sumido a Israel en el caos político. La destitución del ministro de Defensa, cuyas críticas traducen el malestar militar, desprecia las exigencias de seguridad que el propio Ejecutivo impone, particularmente en la represión de los palestinos. En un momento en que la incomodidad en la Casa Blanca y la comunidad judía de EE UU es bien visible, el jefe del Ejecutivo cede a las presiones y pospone la reforma a cambio de conceder una milicia privada a su socio más ultra; un intento de ganar tiempo que, en realidad, lo pierde.
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