Conseguir que las víctimas de la violencia machista superen el miedo y se atrevan a denunciar a quienes amenazan su integridad antes de que puedan convertirse en sus verdugos es un paso necesario, entre otros múltiples, para combatir una lacra que ya suma 22 asesinatos ... en España este año. Darlo no siempre resulta sencillo, sobre todo si existe una dependencia económica del acosador o tóxicos lazos emocionales con él, y requiere una total confianza en la protección que brindarán las instituciones para garantizar una plena seguridad personal. De ahí que las visibles grietas en los sistemas de prevención, además de representar un estruendoso fracaso en el objetivo prioritario de salvar vidas, tengan el perverso efecto añadido de retraer la salida a la luz de nuevos casos -y la posibilidad de amparar a más mujeres en peligro- al alimentar dudas sobre la eficacia de los poderes públicos, lo que ha de ser corregido con urgencia.

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El crimen de Maialen en Vitoria el 27 de mayo a manos de su excompañero sentimental, sobre el que pesaba una orden de alejamiento reiteradamente incumplida, puso de manifiesto una «concatenación de errores» que derivó en unas medidas de control mucho menos rigurosas de las debidas, como admitió Josu Erkoreka. El vicelehendakari confirmó ayer, tras reunirse con el ministro Fernando Grande-Marlaska, un refuerzo de las desbordadas unidades de violencia de género de la Ertzaintza y una mayor coordinación con la Policía Nacional y la Guardia Civil. Lo hizo el día después de que todos los partidos vascos, salvo Vox, en un consenso extraordinario por lo inusual, reclamaran una «exhaustiva» revisión de los protocolos en Euskadi, a todas luces necesaria. Nunca está de más insistir en que el único culpable de un asesinato es quien lo perpetra. Pero los gobiernos y la Administración de Justicia tienen un amplio margen de mejora en ese terreno, en el que lagunas como las descubiertas en la muerte de Maialen son inadmisibles e incompatibles con su firme compromiso en esta materia.

Asegurar que la violencia de género «no existe», como hizo ayer el parlamentario valenciano de Vox José María Llanos, constituye un insulto a la inteligencia, una estomagante indignidad y una gratuita afrenta a las víctimas. Luchar contra el terror machista es un desafío del conjunto de la sociedad en el que no cabe ni un paso atrás. El PP ha de dejarlo bien claro al peligroso socio con el que se dispone a aumentar su poder municipal y autonómico.

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