La reforma del Estatuto de Gernika, el único junto al de Galicia que no ha sido modificado, es una de las asignaturas pendientes con las que se abre la legislatura vasca tras las elecciones del pasado domingo. El hecho de que los principales partidos difieran ... incluso sobre la denominación de la tarea -el nacionalismo habla de un «nuevo estatus» con el que aspira a un cambio sustancial en las relaciones entre Euskadi y el resto de España- ilustra sobre las dificultades para encontrar un punto de encuentro que supere el consenso concitado por el texto de 1979, que ha proporcionado la etapa de mayor autogobierno y prosperidad de nuestra historia. EH Bildu se propone reactivar en septiembre una ponencia parlamentaria en el dique seco desde hace más de cuatro años y las bases inequívocamente soberanistas -incluido el derecho a decidir- que pactó con el PNV, aparcadas luego por Sabin Etxea para explorar un acuerdo con el PSE que pueda superar el filtro de las Cortes Generales. Los jeltzales pretenden un entendimiento con la izquierda abertzale y sus socios en el Ejecutivo de coalición, que se presume muy dificultoso.
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Es necesario actualizar el Estatuto a la realidad política y social del siglo XXI. Condicionar su modificación a un salto cualitativo en clave nacional del mayor autogobierno existente en Europa, que aún tiene recorrido, pero no ilimitado, equivale en la práctica a dejarlo como está. Abordará esta cuestión el Parlamento vasco más abertzale en la Euskadi con menos pulsión identitaria del pasado reciente. Sería un error interpretar sin más los resultados del 21-A como un aval para avanzar hacia la independencia, apoyada por apenas el 20%, cuando la cuestión territorial está muy lejos de figurar entre las preocupaciones de los ciudadanos y las fuerzas nacionalistas la dejaron en un segundo plano en la campaña para no perder votos. En modo alguno se puede colegir que las autonómicas han sido una especie de plebiscito al respecto para utilizarlas como palanca de hipotéticos aventurerismos que fracturen una sociedad plural y satisfecha con su autonomía, aunque aspire a cotas mayores.
Toca completar por fin la Carta de Gernika y explorar una mejora que reconozca y blinde nuevos derechos, corrija eventuales desajustes en el entramado institucional y ayude a encarar las auténticas prioridades de los vascos. Los problemas en la sanidad, la vivienda o la educación no lo son por falta de competencias, sino porque el uso de ellas no ha sido exitoso.
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