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La llegada acordada con el Gobierno central de grupos reducidos de menores no acompañados también a las comunidades presididas por dirigentes del PP ha llevado a Vox a abandonar los cinco gobiernos -Castilla y León, Aragón, Comunidad Valenciana, Extremadura y Murcia- de los que formaba ... parte en coalición con los populares y a retirar asimismo su apoyo parlamentario al de Baleares. Una ruptura advertida previamente y confirmada anoche por Santiago Abascal que los de Alberto Núñez Feijóo parecen haber aceptado con indisimulada satisfacción. La conferencia sectorial del miércoles en Tenerife ha sido poco más que una excusa para que la latente confrontación entre la extrema derecha y la derecha acabase echando abajo los puentes de la corresponsabilidad institucional. Vox prefiere demonizar a esos menores, sin conceder cobijo siquiera a unos pocos de ellos, que naturalizar su presencia en el tablero político gobernando con el PP. Prefiere labrarse un espacio propio y sin condicionantes, para confrontarse así con el centroderecha de Núñez Feijóo en busca de la hegemonía sobre la mitad de ese tablero tras adscribirse a una de las dos ultraderechas en que tiende a dividirse esa versión del populismo en la Unión, Patriotas por Europa; la más reacia a aproximarse a unos mínimos comunes para la convivencia.
El 'factor Alvise' es anecdótico. Con la retirada del apoyo parlamentario de Vox y con la oposición del partido en el Gobierno de España -el PSOE-, la gobernabilidad, la producción legislativa y el impulso político en esas cinco comunidades y en Baleares pueden verse dificultados. Especialmente a medida que nos acerquemos al próximo ciclo electoral. Es el precio que tratará de cobrarse Vox cada día y que el PP deberá soportar con el requerido estoicismo. Puesto que aun en el caso de que los socialistas no puedan recurrir ya tan a menudo a la denuncia de la entente entre Núñez Feijóo y Abascal, tampoco acudirán a aliviar la soledad de los populares ni siquiera con apoyos puntuales a sus gobiernos territoriales. Queda por ver si el PP se animará a desmadejar los compromisos más alejados del consenso general que haya alcanzado con Vox al remodelar las estructuras de Gobierno, al resignificar lo que estuviera al alcance de cada Ejecutivo autonómico, al recortar derechos mediante el propio enunciado de los problemas a resolver. O intentará mantener un hilo de sintonía con los de Abascal, a modo de pactos de legislatura implícitos.
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