El atentado de la sala Crocus cerca de Moscú, que ha causado al menos 133 muertes y la hospitalización de otras 107 personas, devolvió a los ciudadanos rusos a momentos tan terribles como los del teatro Dubrovka en 2002 y la escuela de Beslán en ... 2004, e hizo que el mundo se compadeciera de un país cuyo régimen autócrata se obstina en amenazarlo con la guerra a cada paso. La reivindicación del Estado Islámico de la provincia de Jorasán viene a recordar que Moscú necesita de la cooperación con los gobiernos democráticos frente al terrorismo yihadista. Aunque Vladímir Putin subrayara ayer que los principales sospechosos intentaron huir a Ucrania, comparara el ataque de Krasnogorsk con los de los nazis -calificativo que emplea al referirse al Ejecutivo ucraniano- y no hiciera mención alguna a la autoría más verosímil. La de la facción de Estado Islámico próxima geográficamente a la Federación Rusa, que ni siquiera necesitaría argumentar su ataque por la intervención rusa en Siria o en el Sahel.
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La muerte de tantas personas en un atentado que por su propia factura evoca lo ocurrido en el Bataclan de París en 2015 no precisa manipulación informativa alguna para despertar sentimientos solidarios en la población. Pero el Kremlin se ha acostumbrado de tal manera a la intoxicación victimista frente a Occidente, que es de temer que continúe alentando las sospechas sobre la implicación de Kiev en el ataque. Incluso recurriendo al enorme dolor causado por Estado Islámico para incrementar el castigo diario contra los ucranianos, y elevar el tono de los discursos belicistas para amedrentar a las sociedades libres, culpabilizándolas también de esta matanza.
El atentado del viernes ofrece al presidente reelecto de Rusia motivos más que suficientes para corregir el rumbo de su política interior y exterior, invocando la memoria de los asesinados. Pero los mismos países que han mostrado sus condolencias deberán disponerse a afrontar el recrudecimiento de las guerras de diverso orden e intensidad que ha ido desatando Rusia durante los mandatos de Vladímir Putin. Los servicios del Kremlin no dieron importancia a las advertencias de Estados Unidos y Reino Unido sobre los riesgos de que el ISIS atentase contra eventos de ese tipo. Sin embargo, identificaron y detuvieron a sus autores en cuestión de horas. Los gobiernos democráticos están obligados a colaborar activamente en el esclarecimiento de lo ocurrido, pero tratando de contrarrestar en todo momento los manejos liberticidas de Putin.
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