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El resultado de las elecciones del domingo en Galicia fue tan inequívoco y tan previsible a la vista de casi todos los sondeos demoscópicos que es incomprensible la dificultad mostrada por los partidos que salieron peor parados a la hora de aceptar y explicar su ... fracaso. Especialmente en el caso de los integrantes del Gobierno de coalición. Algo que solo puede deberse a una gestión de expectativas alejada de lo posible y alentada por eslóganes de cambio que ni siquiera tenían en cuenta que éste podría producirse únicamente entre las fuerzas de la izquierda y a favor del BNG, como pronosticaba la mayoría de las encuestas. La portavoz del PSOE, Esther Peña, y el ministro de Sumar Ernest Urtasun coincidieron ayer en atribuir la debacle de sus respectivas formaciones -mucho más acusada en el caso de la primera- a una excusa tan poco consistente como la «falta de tiempo» para consolidar sus candidaturas. Los socialistas descartaron que su histórico desplome tuviera que ver con la amnistía -hipótesis que podría ser plausible- y sugirieron la existencia de problemas «más de fondo».
Siguiendo un criterio dominante en comunicación política -que los líderes nunca sean portadores de malas noticias-, ni Pedro Sánchez ni Yolanda Díaz han querido hacerse cargo del recuento del 18-F tratando así de presentar las autonómicas gallegas como un episodio menor, incluso insignificante. Pese a ello, es poco menos que un clamor en el PSOE la preocupación por la debilidad orgánica del partido. La proyección de Sumar como un aluvión limitado de voluntades sujetas a los designios de la vicepresidenta parece reproducir el declive de Podemos. Una conjunción de problemas que afectan inexorablemente a la gobernabilidad de una legislatura pendiente, a su vez, de las exigencias de Junts y Carles Puigdemont, ante las que los socialistas intentaron ayer salvar la amnistía.
Vox también se estrelló en las urnas al fracasar de nuevo en el intento de entrar en el Parlamento gallego, lo que permitiría concluir que el Partido Popular solo podrá hacerse cargo sin hipotecas del futuro del país cuando esté en condiciones de prescindir de los de Santiago Abascal. Pero, entretanto, Alberto Núñez Feijóo y los barones del PP tendrían que responder a la pregunta de si la mayoría absoluta del domingo fue fruto de la campaña que desarrollaron o se obtuvo a pesar de ella.
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