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El jerarca chavista Nicolás Maduro retomó ayer la presidencia de Venezuela sin que las instancias electorales de un régimen dictatorial se sintieran obligadas siquiera a presentar las actas que certificasen su victoria en las urnas. Maduro juró de nuevo su cargo en una maniobra de ... facto para que nadie se lo pudiera arrebatar. Se encomendó al legado de Hugo Chávez y empleó un discurso de resistencia más que sobrado para quien hace doce años sólo mostró mayor arrojo que otros para hacerse cargo de la enésima recreación bolivariana. Siempre al servicio de los beneficiarios del régimen instaurado sobre Petróleos de Venezuela S.A.
Ninguna democracia que pueda tenerse como tal reconoce a Maduro como legítimo ganador de las presidenciales del 28 de julio de 2024 en las que, según todos los indicios, el régimen perpetró un pucherazo para atrincherarse en el poder. Y son muchos los gobiernos e instancias internacionales que, a partir de actas electorales disponibles, señalan a Edmundo González Urrutia como su justo vencedor.
La Unión Europea incrementa sus sanciones sobre un país tomado a la fuerza por el chavismo, y Estados Unidos oferta una recompensa límite a cambio de informaciones que avalen jurídicamente la detención de Maduro. Pero el 10 de enero estaba a su merced. No hubo épica alguna en aguantar el tipo encerrado en la Casona, mientras la líder opositora inhabilitada para concurrir a elecciones, María Corina Machado, era detenida y puesta en libertad con el gesto magnánimo de la arbitrariedad más absoluta. Y la frontera con Colombia se cerraba, en la confianza dictatorial de que González Urrutia, que ha buscado asilo en España, no iba a arriesgarse a hacer acto de presencia en Caracas para nada.
En su tercer mandato, Nicolás Maduro transita abiertamente del autoritarismo a la dictadura, reconocido por autocracias encabezadas por China y Rusia. Pero por mucho que el chavismo haya sacado al Ejército a las calles de Venezuela en un despliegue sin precedentes de la represión para acallar las multitudinarias protestas organizadas por los líderes opositores, que le acusan de culminar un «golpe de Estado», el régimen ofrece síntomas de desmoronamiento, como dejó en evidencia el acto de autoproclamación de ayer. En su huida hacia adelante, Maduro ha elevado la tensión con países hasta ahora complacientes con su mandato como Colombia y, sobre todo, Brasil.
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