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Los ataques continuados de los hutíes a los buques que se dirigen al Mediterráneo por el estrecho de Bab el-Mandeb están afectando muy seriamente al transporte de mercancías y de crudo, y es la UE el área más perjudicada mientras la producción asiática se ... vea obligada a rodear África para llegar a los mercados y a las plantas de fabricación de nuestro continente. Entre 15 y 20 días más de navegación incrementa todos los costes, empezando por los seguros. A la vez que merma la productividad al dilatar procesos, lo que podría dificultar la contención a la baja de la inflación. El tiempo transcurrido desde que dieron inicio los ataques hutíes no permite extraer conclusiones definitivas sobre los efectos económicos de la crisis desatada en el mar Rojo, ni predecir la continuidad o el declive del terrorismo chií dirigido contra el comercio internacional. El hecho de que Maersk, Shell, BP o Qatar Energy hayan resuelto evitar el paso de sus buques por las aguas que están al alcance de los artefactos que los hutíes puedan lanzar desde el territorio que ocupan en Yemen no da lugar únicamente a rutas alternativas, sino que puede variar también su destino final. Con lo que, de mantenerse la tensión, el mapa global de la economía experimentará cambios de alcance geoestratégico, mientras pone en riesgo la recuperación europea y la mundial.
La paralización de determinadas empresas o de algunas líneas de producción advierte de esos cambios. Ese es el propósito de la potencia regional -Irán- que inspira, supervisa y nutre a las tramas del 'eje de la resistencia', tratando de incrementar así su influencia en el mundo, aunque dé la impresión de que lo hace de manera intuitiva. Pero los países democráticos y desarrollados no pueden afrontar la situación como si se tratara de algo irreversible, dando por sentado que el mar Rojo podría acabar borrado de las rutas marítimas. Deben comprometerse a revertir la crisis, empezando por unificar criterios. Mañana la UE resolverá articular una misión propia, dirigida a defender el tráfico de mercantes, petroleros y gaseros hacia el canal de Suez, pero renunciando a atacar las bases hutíes. Renuncia que convendría no convertir en causa de crítica a la actuación de EE UU y Reino Unido, tampoco por parte del Gobierno de España. Europa no tiene por qué hacer suyo el relato que los hutíes intentan implantar, como lo hicieron ayer al advertir a Bruselas de que «no eche más leña al fuego».
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