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Aunque no sean extrapolables sin matices al conjunto de España, los resultados de las elecciones gallegas, en especial el estrepitoso descalabro del PSOE en la primera cita con las urnas tras la ley de amnistía y sus pactos con Carles Puigdemont, advierten sobre el acusado ... desgaste de ese partido, necesitado de una profunda reflexión interna acerca de su discurso y estrategia territorial. Mirar hacia otro lado como si nada hubiese ocurrido o esgrimir excusas que eluden poner el foco en las cuestiones más controvertidas, como sus cesiones a los independentistas, no le ayudarán a superar un declive que ha dejado en mínimos su poder autonómico y municipal, y que no le desalojó de La Moncloa el 23-J por el miedo a la extrema derecha y los clamorosos errores del PP en la campaña. En ese contexto, los comicios europeos del 9 de junio, que se verán precedidos de los autonómicos en Euskadi -donde sus perspectivas son más favorables-, se presentan como un exigente examen para Pedro Sánchez. El Gobierno quedará muy debilitado si sufre en ellos un nuevo varapalo con tres años de legislatura por delante.
El hiperliderazgo de un secretario general nombrado directamente por las bases y la paralela supresión de órganos de control no crean el ambiente más propicio para favorecer el debate de puertas adentro que necesita el socialismo, en el que se ha impuesto el acrítico seguidismo de los cambiantes criterios de Sánchez. Atribuir la debacle de Galicia y la previa en las elecciones locales de mayo a la dificultad para consolidar liderazgos autonómicos es solo una parte de la realidad, que parece ignorar el férreo control de Ferraz sobre los territorios y unos pactos con el secesionismo que no entiende un sector de sus votantes. El 'caso Koldo' ensombrece aún más el panorama del PSOE.
Aunque el viento sopla a su favor, el PP no debería caer en un triunfalismo cegador. El 18-F demuestra que solo una gran concentración del centro-derecha en torno a sus siglas le dará las llaves del Gobierno. Un objetivo que requiere un delicado equilibrio para atraer a buena parte de los simpatizantes de Vox sin impregnar de los postulados de ese partido un discurso que ha de anclar en la moderación. La trayectoria de los populares en los últimos meses, con torpezas y mensajes a los que el tremendismo resta credibilidad, y sus pactos con Santiago Abascal en comunidades y ayuntamientos siembran dudas sobre su capacidad para lograrlo.
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