El ataque con misiles con el que Irán respondió el martes a Israel tras las acciones llevadas a cabo por este contra Hezbolá y a su invasión de suelo libanés recibió la advertencia de Benjamín Netanyahu de que el régimen de Teherán había cometido un ... error que acabaría pagando. La incorporación ayer de más unidades militares a tal incursión formaba parte de los planes previstos por Tel Aviv. Pero en el nuevo escenario abierto en las últimas horas se convierte en una primera represalia en su propósito de demostrar que el poder fundamentalista chií no le disuadirá de proseguir el avance para diezmar las fuerzas desplegadas por el Eje de la Resistencia al otro lado de su frontera norte, al tiempo que mantiene los bombardeos sobre Gaza. Sin descartar una probable réplica directa a Irán, de la que ni una máxima contención alejaría el riesgo de estallido de un conflicto a escala global que es preciso desactivar con un intenso esfuerzo diplomático de la comunidad internacional.

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Las franquicias que los Guardianes de la Revolución mantienen y orientan contra Israel no solo representan la amenaza más próxima al Estado hebreo, sino que revelan cuáles son las intenciones últimas de Irán. Se convierten así, especialmente tras el ataque de Hamás de hace un año, en el argumento que ni los más moderados de la política israelí desdeñan a la hora de afrontar el futuro sobre la base de la desaparición física de quienes encarnan ese peligro. Teherán ha apostado hasta ahora por acosar a Tel Aviv mediante organizaciones interpuestas tanto para extender el poder de la potencia regional chií como para condicionar a sus países adversarios árabes alimentando una espiral en torno a la causa palestina de la que sus poblaciones no puedan sustraerse. Pero lo que para los más fundamentalistas constituía un factor de fortaleza puede haberse tornado en uno de debilidad para el régimen en su conjunto. Solo que ni siquiera los ayatolás están en condiciones de ordenar un viraje para revertir la situación cuando menos hacia un 'impasse' prolongado.

También por eso Israel debería renunciar a la escalada verbal y de gestos dirigidos a penalizar a aquellos gobiernos democráticos e instancias internacionales que se muestran abiertamente críticos respecto a la actuación de Netanyahu en esta crisis. Declarar persona 'non grata' al secretario general de la ONU, António Guterres, es un exceso antidemocrático que no puede permitirse y le hace un flaco favor.

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