El pavoroso incendio que devoró el jueves 138 viviendas en Valencia ha desatado una extraordinaria conmoción social por sus dantescas imágenes y el drama humano que representan el número de víctimas mortales y la reducción a cenizas de hogares, pertenencias y recuerdos personales de tantas ... familias. Lo prioritario en estas primeras horas es recuperar los cuerpos de todos los fallecidos, identificarlos pese a las dificultades que entraña su estado y atender en sus necesidades básicas a los afectados. Pero junto a ello resulta primordial investigar el origen del fuego y por qué se propagó a una velocidad inusitada. No solo para ofrecer a los damnificados las explicaciones que merecen, sino para arbitrar cuantas medidas de seguridad y control sean precisas para que una tragedia de ese tipo no vuelva a repetirse y, en su caso, depurar las responsabilidades que correspondan. También para la tranquilidad de millones de ciudadanos, que no comprenden cómo un moderno edificio de 14 plantas puede ser pasto de las llamas en unos minutos. Porque, aunque haya ocurrido, un infierno como el de Valencia teóricamente no es posible con las exigencias en materia de construcción vigentes en España.
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