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EH Bildu ha llevado su giro pragmático a un territorio inédito al facilitar por primera vez los Presupuestos de la Diputación de Bizkaia, gestionada por el tándem PNV-PSE con mayoría absoluta. Aunque no necesitaban un apoyo externo, los socios de gobierno han alcanzado un ... acuerdo con la coalición soberanista, que refleja con esa mano tendida su voluntad de competir con el nacionalismo por el carril del centro sociológico, ya manifestado en Álava con su acercamiento presupuestario al Ejecutivo foral que, en este caso, lideran en minoría jeltzales y socialistas. La izquierda abertzale sale de ambas negociaciones con la vitola de protagonista de los pactos cruzados con los que Euskadi afronta su crónica fragmentación política, a pesar de que seguirá en la oposición.
La geometría variable ensancha con naturalidad las posibilidades de acuerdo en nuestra comunidad, un paso facilitado por la desaparición del terrorismo y los avances en materia de convivencia. Trece años después del fin de ETA, los pactos de PNV y PSE con Bildu no son una línea roja para que los mismos socios lleguen a alianzas fiscales con el PP en Álava o sean capaces de sacar adelante con ese mismo partido las Cuentas en la Gipuzkoa más soberanista.
Las enmiendas arrancadas por Bildu son asuntos sociales de un flanco electoral que cubría Podemos hasta su declive y que la izquierda abertzale ha convertido en un espacio propio de crecimiento. Su apuesta por ser una fuerza útil tras la etapa de las ilegalizaciones le ha llevado a pactar inversiones en vivienda o transporte público antes ocupadas por presos o consultas, en un intento por ganar voto urbano en su confesada aspiración por llegar a Ajuria Enea.
Con este calculado cambio de guion, que está por ver cómo lo reciben las bases críticas con GKS como marca más visible, lleva a la práctica lo que hace sin aspavientos en Madrid como socio de Pedro Sánchez y en Navarra con su aval presupuestario al Gobierno de la socialista María Chivite. Pactos que trasladan al PSE-EE el debate sobre futuras alianzas con la izquierda abertzale como alternativa de poder. Pero que precisan de un gesto ético de calado por parte de EH Bildu, aún incapaz de realizar una autocrítica de lo que fue una violencia que negaba la pluralidad que ahora abandera, para demostrar que su apuesta institucional no es un mero blanqueamiento de un turbio pasado. Una exigencia moral que en Euskadi es más importante si cabe que cualquier acuerdo político.
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