Como cada 26 de abril, Gernika recordó ayer con una profunda emoción y la sensibilidad a flor de piel el despiadado bombardeo contra una población civil inocente e indefensa perpetrado hace 86 años por aviones de la Alemania nazi y la Italia fascista, dos países ... aliados de las tropas de Franco alzadas contra la legalidad. La salvaje destrucción de la villa foral, una de las atrocidades de la Guerra Civil que mejor resume la maldad humana, permanece en la memoria colectiva como ejemplo de la más repugnante barbarie que es preciso erradicar del planeta. Evocarla, transmitir los testimonios de los supervivientes y enarbolar los valores de la paz de los que hoy es sinónimo la localidad sigue siendo necesario tanto para sembrar una semilla que evite repetir los horrores del pasado como para comprender con toda nitidez los que sufre por ejemplo Ucrania, cuyo embajador en España asistió a los actos del último aniversario.
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Un ministro lo hizo ayer por primera vez. La presencia de Félix Bolaños, quien depositó unas flores en la ofrenda organizada en el cementerio, tiene un alto valor simbólico al visualizar la solidaridad de la Administración central, de la que no existe motivo alguno para dudar. El lehendakari la celebró y agradeció. Horas antes, Pedro Sánchez había anunciado que Gernika será declarada «lugar de la memoria», una distinción a zonas de «represión y violencia sobre la población como consecuencia de la resistencia» al golpe de Estado de Franco y la guerra posterior. Ante la insistencia del PNV en que pidiera perdón, el presidente expresó meses atrás su «condena sin paliativos» al bombardeo. Insatisfecho con todas esas acciones, Iñigo Urkullu exigió ayer de nuevo al «Estado» el «gesto solemne de reparación moral» que «tiene pendiente» en lo que cabe interpretar como la atribución de alguna responsabilidad en aquella masacre de la que serían herederos sus actuales representantes.
El bombardeo, como recordó Bolaños, constituyó también «un ataque al Gobierno legítimo de la República» por parte de los golpistas sublevados contra él. Porque, frente a lo que subyace en algunos discursos del nacionalismo, Gernika no fue víctima de una guerra de España contra Euskadi, sino de una cruel batalla de españoles contra españoles y también de vascos contra vascos. La agresión criminal contra el que hoy es icono de las libertades de Euskadi merece un unánime rechazo y sus víctimas, memoria, reparación y verdad.
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