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Benjamín Netanyahu parece decidido a aprovechar para su beneficio personal la interinidad que introducen en Estados Unidos las presidenciales del 5 de noviembre. Y no solo desairando los anuncios de acuerdo inminente para una tregua en Gaza reiterados por la Administración Biden, sino escuchando los ... cantos de sirena de Donald Trump, para cuya campaña sería un revés que los demócratas pudieran apuntarse un tanto en Oriente Próximo. Después del fracaso de su noveno viaje a la zona, al secretario de Estado, Antony Blinken, no le ha quedado más remedio que escudarse en la intransigencia de Hamás. Pero tampoco es ajena al nuevo fiasco la táctica del primer ministro hebreo de introducir nuevas exigencias en la negociación. La última es conservar el control de catorce kilómetros entre la Franja y Egipto, que este país, mediador del diálogo junto a Catar, rechaza. Y también Washington, abiertamente contrario a una ocupación a largo plazo de la Franja. Mientras navega entre la carnicería de civiles palestinos y las demandas de su Gobierno ultra, nada puede ofrecer Netanyahu a los israelíes en términos de mayor seguridad, y tampoco a las familias de los cautivos desde el 7 de octubre.
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