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La consejera de Salud, Gotzone Sagardui, presentó ayer en el Parlamento vasco el plan estratégico de Osakidetza hasta 2025, la hoja de ruta que guiará ... la sanidad pública de Euskadi durante ese periodo. El documento, elaborado con la participación de profesionales del sector, es un compendio de buenos propósitos, objetivos y líneas de actuación tan genéricos como difícilmente discutibles. No lo son la necesidad de promover la prevención a través de hábitos de vida saludables, avanzar hacia la excelencia en los cuidados, poner el foco en las enfermedades crónicas y las que causan una mayor mortalidad, optimizar la gestión asistencial o apostar por la innovación y la investigación. El proyecto, que no concreta medidas para caminar en esa dirección, también hace hincapié en el desarrollo de nuevos servicios digitales, incluida la creación de un centro de salud «virtual». Una materia en la que la incuestionable conveniencia de aprovechar los progresos tecnológicos para garantizar una continuada mejora en la atención que dé respuesta a unos desafíos cambiantes no debe confundirse con el arrinconamiento del trato presencial con los pacientes para compensar la carencia de profesionales si realmente se aspira a los altos estándares de calidad que parecen ambicionar los autores del texto.
El diseño de la Osakidetza del futuro nace ensombrecido por los serios problemas estructurales del presente, con la Atención Primaria contra las cuerdas por la falta de médicos, lo que ha dañado la asistencia en ella y presionado al conjunto de una red todavía afectada por los efectos de la pandemia. Cuando el plan estratégico alude a «planificar las necesidades de recursos humanos» pone el dedo en la llaga sobre una tarea cuyo incumplimiento hace más de una década está en el origen de la crisis actual, sin solución a corto plazo y de la que el Gobierno vasco no es el único culpable, aunque no puede eludir su responsabilidad en ella.
Paliar las consecuencias de ese error a través de procedimientos de contratación más flexibles, mejores condiciones laborales y medidas organizativas ha de ser prioritario para el Ejecutivo antes de que deterioren más la imagen y el prestigio de Osakidetza. Una realidad que contrasta con los aumentos de la «plantilla estructural» -a través de la conversión de personal eventual en fijo- y los Presupuestos de los que presumió ayer Sagardui, que llegó a esbozar un triunfalismo que está lejos de tener justificación.
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