El segundo intento de BBVA de fusionarse con el Sabadell en apenas tres años y medio se ha visto frustrado por otro portazo del banco catalán al entender que la oferta lo «infravalora significativamente», pese a suponer una prima del 30% respecto a su valor ... previo al anuncio, e inclinarse por un futuro en solitario. La complementariedad entre ambas entidades dotaba de pleno sentido estratégico a una operación que habría alumbrado una nueva con un billón de euros en activos y una reforzada capacidad para competir en la liga de los gigantes internacionales y afrontar desafíos estructurales, como la innovación, que requieren altas inversiones. La negativa del grupo que preside Josep Oliu a ser absorbido cuando, tras la sustancial mejora de sus resultados, cree estar en disposición de seguir su propio camino ha hecho fracasar el movimiento a la espera de que el Bilbao Vizcaya Argentaria, que se ha comportado en todo momento como si diera por hecho su éxito, decida si mejora su propuesta, lanza una OPA hostil o busca otras alternativas para crecer.
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El sector español no le ofrece oportunidades de esa magnitud tras un intenso proceso de integraciones que ha reducido las 55 marcas existentes hace una década a una docena. Uno de los riesgos más evidentes de la fallida alianza era el de aumentar ese ya muy elevado nivel de concentración y reducir aún más la competencia: el 70% del crédito y los depósitos habría estado en manos de tres entidades, lo que podría haber afectado a las condiciones ofrecidas a los clientes. El Banco de España, cuyo gobernador aseguró ayer que «puede ser un buen momento» para analizar esa cuestión, ha relacionado ese factor con el retraso con el que la subida de tipos ha sido trasladada al ahorro en nuestro país.
Quedan por ver la respuesta del BBVA para ganar tamaño y protagonismo en el mapa financiero global, una aspiración a la que no renuncia y para la que cuenta con músculo, y los posibles movimientos de otros bancos. Este intento y otros con los que se ha especulado en las últimas semanas demuestran el carácter exclusivamente doméstico de las operaciones que baraja el sector. Las fusiones transfonterizas, por las que aboga el BCE, chocan con la ausencia de una unión bancaria europea -que exige a su vez un fondo de garantía de depósitos común- y de un mercado de capitales único, que por desgracia no parecen figurar entre las prioridades de la UE.
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