
Europa cambió de siglo con el viento a favor para poder ampliar su bienestar, una vez superado el drama de la antigua Yugoslavia. Pero la ... crisis económica, primero, y la pandemia, después, se empeñaron en complicar la remontada, frenada de raíz por la invasión rusa en Ucrania. Es un golpe de realidad, como en los Balcanes. Otra guerra a la puerta de casa. Con la diferencia de que, en esta ocasión, no bastará con mandar cascos azules a patrullar por cementerios improvisados en los patios de vecinos de Sarajevo.
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El desamparo provocado por Donald Trump al dejar caer a Ucrania, en la esperanza de un final exprés de las hostilidades, ha obligado al viejo continente a rearmarse. Permanecía aparentemente despreocupado por su seguridad, en manos de Estados Unidos, y confiado en que la comunión de intereses económicos fraguada en la UE sería suficiente para espantar nuevos fantasmas bélicos. Pero Putin y Trump han dado un giro radical al guion. Hasta el punto de colocar a la Comisión europea en 'modo guerra': movilizará 800.000 millones de euros para ser «capaz de defenderse» frente a «un peligro claro», en palabras de Ursula von der Leyen, partidaria de hacer de la Unión «un puercoespín de acero».
La retórica bélica militar domina el debate. Trump reprende a Zelenski por «jugar a la tercera guerra mundial» y amenaza ahora a Putin con sanciones si no negocia la paz con su enemigo. Macron enciende la clave atómica con un paraguas nuclear que disuada a Rusia de un arrebato anexionista más. Y el Kremlin responde con la derrota de Napoleón. En esta escalada, sería conveniente que la UE combinase una firme defensa de su territorio y de la integridad de Ucrania con la sensatez que le falta al presidente de EE UU.
Europa no ha tenido más remedio que asumir una inversión colosal en defensa, incluso sus socios más reacios como España. El Ejecutivo comunitario les ofrecerá a todos facilidades para que el gasto militar no se tenga en cuenta si incurren en déficit excesivo. Es decir, que la factura podrá abonarse con más deuda o impuestos, siempre impopulares. La UE aplicará una flexibilidad extraordinaria que contrasta con las implacables exigencias con las que gestionó el rescate a países que agonizaban en la crisis de 2007. La amenaza del recorte vuelve. El Reino Unido elevará su desembolso en seguridad a costa de la ayuda a países en desarrollo. Rearmarse por la paz es contradictorio, pero una obligada necesidad en el nuevo orden.
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