El hecho de que Viktor Orbán presentara ayer en el Parlamento Europeo los supuestos objetivos de su presidencia semestral del Consejo, cuando esta comenzó en julio, basta para descalificar el aciago desempeño de un cargo que en modo alguno puede representar al bloque comunitario. Desde ... hace meses, el primer ministro húngaro trata de vender una «misión de paz» que, después de un forzado paso por Kiev, le llevó a estrechar la mano de Vladímir Putin y de Donald Trump. El camino opuesto al marcado por el compromiso de la UE con Ucrania, materializado en el apoyo político, la ayuda militar de los Estados miembros y la financiera de Bruselas que Orbán ha obstaculizado siempre que se le ha permitido. La hostil recepción que encontró entre la inmensa mayoría de grupos de la Eurocámara, reforzada por la presencia y el discurso de Ursula von der Leyen, subraya el rechazo a un dirigente ultraderechista que defiende el cierre de fronteras a la inmigración mientras abre su país -y de paso, la UE- a la entrada sin controles de rusos y bielorrusos. Y acusa a los extranjeros de atacar la diversidad que él aplasta en Hungría, en una cruzada contra la que Bruselas debe emplearse con mayor dureza.
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