La reconfortante decisión del Consejo Europeo de abrir las negociaciones de adhesión con Ucrania, también con Moldavia, y de conceder el estatus de candidato a Georgia llega en un momento crucial para el país, que soporta desde hace ya casi 22 meses la determinación criminal ... de Vladímir Putin. El abrazo que acuerda enviar la Unión contiene un potente mensaje a los ciudadanos que hace diez años gritaron su vocación europeísta en el Maidán y su claro propósito de sacudirse el yugo de Moscú. Y la señal llega en un momento en el que la nación atacada, con un 17% de su territorio ocupado, afronta un periodo crítico en la guerra para expulsar a las fuerzas invasoras: entre el frío y la nieve, con las ciudades e infraestructuras básicas a merced de los bombardeos y las comunicaciones sacudidas por los sabotajes que alienta el Kremlin, los ucranianos padecen las consecuencias de la 'fatiga de la guerra' que, antes que a sus verdaderas víctimas, afecta a los que habían prometido respaldarlas «el tiempo que sea necesario». La perspectiva de que el Congreso de EE UU se vaya de vacaciones sin autorizar los 60.000 millones de ayuda que reclama la Casa Blanca ofrece el más cruel ejemplo.

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Habría resultado incomprensible que, en este momento de máxima urgencia para Ucrania, los líderes comunitarios se hubieran empantanado en una negociación. La entusiasta bienvenida que los países nórdicos prodigaron la víspera a Volodímir Zelenski, respaldada por multimillonarios compromisos de asistencia, marcaba a Europa la senda del consenso. Aunque fuese a costa de liberar parte de los fondos retenidos al ultraderechista Viktor Orbán, el títere que Moscú ha logrado sentar a la mesa del Consejo y que abandonó la sala derrotado. La UE ha de acompañar ahora su bienvenida a Kiev con la aprobación de los 50.000 millones de ayuda financiera plurianual.

La apuesta de Europa por acoger de pleno derecho a un Estado que combate por su supervivencia y por la seguridad del continente borra la ofensiva sonrisa con la que Putin renovó ayer su ambición de apoderarse de Ucrania. Un objetivo mediante el que aspira, además, a humillar a Occidente y ejercer la amenaza permanente contra los países fronterizos de la OTAN. A costa de decenas de miles de rusos muertos o heridos en un conflicto que consume la tercera parte del presupuesto de su país. En esta lucha por la democracia y la libertad, los aliados de los ucranianos solo tienen una opción: la de ayudarles a vencer.

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