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El ministro de Interior en funciones, Fernando Grande-Marlaska, se reunió ayer con los portavoces parlamentarios para dar cuenta de las medidas adoptadas ante el cuadro de riesgos que puede suponer para España la escalada de la tensión en Oriente Próximo a raíz del ataque ... de Hamás contra Israel y la respuesta inicial de ese Estado sobre Gaza. El encuentro tuvo lugar después de que se conociera el desarrollo de una operación contra el yihadismo en Madrid, Barcelona y Granada, y tras la interceptación por parte de un destructor estadounidense de tres misiles de origen yemení que pudieran dirigirse contra Israel. Señales estas últimas que incrementaron las alertas respecto a las intenciones inmediatas de los grupos que operan en la órbita de Irán.
Marlaska hizo un necesario llamamiento a la «responsabilidad y sentido de Estado» para evitar el «alarmismo» en las declaraciones partidistas. España continúa en el nivel 4 de alerta antiterrorista, establecido en junio de 2015. Solo la detección de un plan de ataque preciso contra nuestro país o la identificación de un grupo con capacidad para perpetrarlo podrían justificar la movilización requerida por un nivel 5, aunque resulte ineludible adoptar medidas complementarias que garanticen la seguridad de las instituciones y personas que pudieran ser objeto de acciones de terrorismo o de coacción continuada. Toda espiral de violencia genera un grado de incertidumbre que ha de atajarse minimizando las afecciones al normal desarrollo de la vida social. La naturaleza global de la amenaza y la concurrencia de tramas y redes interesadas en señalar mediante la violencia física la supuesta culpabilidad de las democracias occidentales impide, por otra parte, adelantarse a posibles ataques a partir de certezas absolutas.
Lo ocurrido el 7 de octubre en la más que prevenida Israel advierte de la magnitud del peligro. La sucesión de asesinatos -en París y en Bruselas- e intentos de asesinato de raíz yihadista delatan su proximidad. Solo cabe enunciar un principio rector indiscutible: ni la amenaza global ni el señalamiento de España en las redes de la yihad pueden llevar a modular la política y la narrativa del Gobierno, en tanto encarnación ejecutiva del Estado, con la pretensión de eludir así los riesgos. No solo porque estos nunca se disipan mediante quiebros políticos tácticos, sino porque el país entero ha de afrontar con la necesaria entereza democrática las amenazas del fundamentalismo.
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