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La organización del Tour de Francia ha tomado ya buena nota de que los vascos presumen de pasión por el ciclismo con razón. Si cada año derrochan entusiasmo por las cunetas de las carreteras francesas en los días de los Pirineos, ¿cómo no iban a ... superarse cuando el tercer acontecimiento más importante del calendario deportivo mundial se celebra durante tres jornadas, incluida la inaugural, a las puertas de casa? Cientos de miles de personas compartieron protagonismo con los corredores en la primera etapa de la ronda gala, en la salida y la llegada de Bilbao y a lo largo de los 182 kilómetros de recorrido, y pusieron el ambiente festivo, el color y los gritos de ánimo incluso en esos lugares recónditos en los que los profesionales agradecen especialmente el aliento popular, como suele recordar Joane Somarriba. Es cierto que sobraban alicientes para asegurar el éxito de público. Y no es el menor participar de un acontecimiento único del que los aficionados guardarán un recuerdo imborrable, además de sentirse ya parte de la comunidad de ciudades que llevan a gala ser conocidas como escenario de la gran carrera.
Los bilbaínos y vizcaínos, que hoy ceden el testigo a Vitoria y San Sebastián y mañana a Amorebieta, comparten además el orgullo de mostrar a más de 190 países lo mejor de su paisajes y lugares de visita obligada para los miles de turistas que estos días llenan nuestras calles. Y para los viajeros que, por ocio o negocios, llegarán en el futuro atraídos por un entorno natural excepcional y una reconocida oferta gastronómica y cultural. Tampoco debe pasar desapercibido, para más eventos que vendrán, el esfuerzo de organización que aseguró una jornada sin incidentes y condujo con eficacia a los espectadores al lugar elegido para contemplar la carrera, con el protagonismo de esa columna vertebral que es el metro.
La capital de Bizkaia figura ya en la historia del mejor ciclismo con una primera etapa de la 110 edición del Tour que tampoco defraudó. Un recorrido duro, sobre todo en la parte final, concedió la gloria a Adam Yates, en original competencia con su gemelo Simon. Y reservó la cara más triste de una disciplina a menudo cruel para Enric Mas y Richard Carapaz, que ya no disputarán el triunfo en París. En esa liza, si la fortuna los acompaña, se medirán Pogacar y Vingegaard. Y buscarán también su momento los siete corredores vascos a los que ayer jaleó sin descanso una marea humana.
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