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Con las elecciones autonómicas a unos pocos meses vista tras dos reveses consecutivos en las urnas que han cuestionado su hasta ahora indiscutible hegemonía, el PNV afrontaba ayer el Alderdi Eguna como una prueba de fuego para confirmar su contrastada capacidad de movilización, además de ... como el pistoletazo de salida a una pugna por el voto que se prevé extremadamente enconada. Los miles de simpatizantes que llenaron las campas de Foronda disiparon cualquier duda sobre la primera cuestión. Los discursos de Andoni Ortuzar y del lehendakari, Iñigo Urkullu, en los que reivindicaron con orgullo la trayectoria del partido frente a las «críticas destructivas» e instaron a cerrar filas porque «vienen a por nosotros» se encargaron de la segunda.
Los jeltzales tenían la perentoria necesidad de exhibir músculo y rearmarse moralmente en una de las coyunturas más complejas para la organización en el pasado reciente. Y lo hicieron cuando se enfrentan a una inédita desafección manifestada en la masiva pérdida de votos. También al auge de una izquierda abertzale que les disputa el liderazgo como nunca había sido capaz de hacerlo. Inmune durante décadas al desgaste del poder, el PNV empieza a sufrirlo. La crisis en Osakidetza simboliza la puesta en tela de juicio de su aura de eficiente gestor en una sociedad cambiante y que parece haber elevado el listón de su exigencia tras la pandemia.
Si algo ha caracterizado al nacionalismo vasco es su habilidad para leer el presente y anticiparse al futuro. El fantasma de un cambio de ciclo le coloca en una encrucijada que pondrá a prueba la permanencia de esa virtud. El partido se enfrenta al desafío de enhebrar un relato ilusionante que conecte con las nuevas generaciones sin renunciar a sus señas de identidad tradicionales y que le mantenga en el eje central desde el que ha seducido a la Euskadi templada; con pragmatismo, pero sin descuidar el flanco más abertzale. Ortuzar y Urkullu se adentraron ayer en esa cuadratura del círculo con una cerrada defensa de la labor institucional del PNV y la promesa de «prudencia y valentía» en el debate territorial surgido al calor de la investidura de Pedro Sánchez. El primero aseguró haber tomado nota del «toque de atención» en las urnas, lo que debería sustanciarse en una sincera autocrítica interna y hechos tangibles, en vez de atribuir a espurios intereses de terceros los problemas reales que le han conducido a esta situación.
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