Un Estado que carece del control de unas cárceles donde los jefes del narcotráfico presos imponen su ley, secuestran a los funcionarios y dirigen sus ... bandas desde ellas, mientras peligrosos delincuentes se escapan incluso de las de alta seguridad y la violencia se ha apoderado de las calles ante la clamorosa impotencia del Gobierno es lo más parecido a un Estado fallido. Tal es el caso de Ecuador, un país en las garras del crimen organizado -el pasado año registró casi 8.000 asesinatos- al haberse convertido en un centro logístico clave en el tráfico de drogas. El estado de excepción decretado el lunes tras un reguero de espectaculares atentados, entre ellos el asalto a una televisión pública durante una emisión en directo, pretende atajar una situación insostenible, agravada por una corrupción extendida y un creciente nivel de pobreza. El recién elegido presidente Daniel Noboa ha planteado crear dos megacárceles como las abiertas en El Salvador por el autoritario Nayib Bukele y prometido mano dura contra el narco. La brutal respuesta de las mafias ha disparado todas las alarmas y puesto en cuestión que unas instituciones desbordadas estén en condiciones de ganar esa batalla.

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