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La anunciada dimisión de Nicola Sturgeon como ministra principal de Escocia y líder del Partido Nacional Escocés (SNP) pone brusco final al mandato de ocho años de una de las dirigentes más respetadas de Reino Unido. La renuncia a sus cargos, poco habitual en la ... clase política y que se conoce menos de un mes después de la marcha de la jefa del Gobierno neozelandés, parece coherente con la merma de apoyo en la opinión pública y en su propia formación tras el frenazo del Tribunal Supremo a su pretensión de convocar otro referéndum independentista, y con la pérdida del pulso de la calle, tanto en la gestión de las aspiraciones secesionistas como en la aplicación de una controvertida ley trans. La salida de Sturgeon sitúa en primer plano cuestiones de actualidad en nuestro país. De un lado, la necesidad de extremar el rigor al elaborar normas cuya aplicación puede generar más perjuicios que beneficios si no se hace de manera correcta. Y, de otro, la exigencia de responsabilidades cuando un político se equivoca gravemente en su tarea legislativa. La dirigente escocesa ofrece una lección de ejemplaridad que podría tomarse como modelo de respeto al oficio de representar a los ciudadanos.
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