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La convención que se abre hoy en Chicago situará durante cuatro días al Partido Demócrata en el escaparate de la campaña para las presidenciales de EE UU y le permitirá por fin compartir la atención que los grandes medios, sobre todo las televisiones, vienen dispensando ... tan generosamente a la palabrería mendaz de Donald Trump. Por el encuentro desfilarán los patricios de la formación, los Clinton, Obama o Pelosi, que esta noche se romperán las manos para aplaudir la intervención de Joe Biden, después de haber desatendido durante años el visible deterioro del mandatario y de forzar luego de manera pública su abrupto relevo en la candidatura. Seguramente la ovación no resarcirá a Biden de la retirada como presidente de un solo mandato, aunque cabe suponerle liberado para impulsar políticas sociales, quizá demasiado tarde; y satisfecho de ver cómo el ticket que le sucede está consiguiendo revertir lo que hace solo un mes parecía una batalla perdida.
El penoso desempeño en el debate televisado del entonces candidato demócrata pareció augurar un paseo triunfal de Trump el 5 de noviembre. Llegaron más tarde los disparos contra su mitin en Pensilvania y la convención republicana que lo aclamó sin fisuras, con Hulk Hogan pero sin presencia de miembro alguno del que fue su Gobierno entre 2016 y 2020, ni rastro del clan Bush. Ahora, la designación de Kamala Harris y Tim Walz ha nivelado la carrera hacia la Casa Blanca según las encuestas. Pero Hillary Clinton podría recordar el riesgo del exceso de confianza, y cómo ni hacerse con el voto popular garantiza la presidencia si no se triunfa en los Estados decisivos, los del 'cinturón del óxido' junto con Florida. La vicepresidenta amenaza ya a los conservadores en este frente, entre las mujeres, los afroamericanos y los jóvenes, con la indudable identificación de la clase media con su dinámico 'número dos'. Y brinda de nuevo a los votantes la posibilidad de aprobar una asignatura pendiente: elegir a una mujer.
Harris ha avanzado un programa económico centrado en el control de los precios, la vivienda y la sanidad asequible. Apuestas vitales en un momento en que el bolsillo de los ciudadanos no acaba de percibir la buena marcha de la macroeconomía. Y cuando la pugna se libra contra un candidato de 78 años, convicto de 34 crímenes, que difícilmente aceptará una derrota después de haber alentado en 2021 el asalto armado al Capitolio para evitar dejar el poder.
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