El Reino Unido agudizó su aislamiento al romper amarras con la Unión Europea, en una traumática decisión de la que hoy se cumplen cinco años. Esa es una de las consecuencias del Brexit, que pasado el tiempo ha dejado al descubierto una sensación de fiasco ... cada vez mayor en las islas. La economía británica se ha resentido con su salida de la UE, especialmente en los acuerdos comerciales, las inversiones y la circulación de trabajadores, claves en sectores como la hostelería y la salud. Lastres que han terminado con la hegemonía del Partido Conservador, ideólogo de una ruptura que acabó también con sus líderes, Boris Johnson y Rishi Sunak. En su regreso al poder, los laboristas ahora encabezados por Keir Starmer se enfrentan a la precariedad económica, una sanidad pública exhausta tras la pandemia y un reto migratorio que a veces se interpreta como una solución a los problemas y otras, como una amenaza que exige medidas contundentes que vulneran los derechos humanos.
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Pero, sobre todo, Starmer está obligado a estrechar lazos con una Europa que necesita más que nunca afrontar unida y desde una posición de fortaleza los desafíos que tocan a su puerta. Dentro de casa, por el auge de la ultraderecha y los populismos. Fuera, por la presión que ejercen Trump y China en la economía y las libertades, y por la invasión rusa en Ucrania.
La salida de Gran Bretaña de la UE, apoyada en referéndum por apenas el 52% de los votantes, ha dejado una herencia envenenada, con una incidencia notoria en la inmigración. La Justicia británica tuvo que frenar un plan del Gobierno de Sunak para deportar a Ruanda a solicitantes de asilo irregulares, en línea con la promesa de poner coto a la inmigración de los defensores del Brexit. Estas políticas, que han dado alas a eurófobos como Nigel Farage en las islas, anticiparon lo que ahora Giorgia Meloni propugna en Italia con sus intentos de deportación a Albania.
Cinco años después del Brexit, Europa vuelve a verse las caras con Trump pero ya sin sus principales líderes en activo -Angela Merkel en Alemania y David Cameron en el Reino Unido-, mientras que referentes como Emmanuel Macron y Olaf Scholz sucumben por el empuje de la extrema derecha. Los síntomas de debilidad se suceden. Los conservadores alemanes, favoritos para las elecciones de este mes, han roto el cordón sanitario a los ultras al endurecer su política migratoria con el apoyo de la AfD a la que precisamente jalea Elon Musk. «Un error», avisa Merkel.
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