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La Princesa Leonor juró ayer la Constitución ante las Cortes Generales, coincidiendo con su mayoría de edad, tal y como hizo su padre, Felipe VI, el 30 de enero de 1986. Una ceremonia con la que la Corona, a través de la heredera, reitera la ... lealtad a la Carta Magna con la que en 1978 los españoles sentaron las bases de la convivencia en libertad. La fórmula empleada fue, como establece el artículo 61 de la Norma Fundamental, la misma que se requiere para acceder a ser Rey o Reina ante las Cortes. Una jura acorde a la propia forma que en ese texto adquiere el Estado democrático: la Monarquía parlamentaria. Una Monarquía parlamentaria cuya continuidad queda así asegurada al asumir la Princesa Leonor las responsabilidades que se derivan de la aplicación de la Constitución, con cuyos valores y principios democráticos se comprometió «solemne, formal y públicamente». «Me debo desde hoy a todos los españoles, a quienes serviré en todo momento con respeto y lealtad. No hay mayor orgullo. Les pido que confíen en mí», señaló.
La institución contribuye así a la confianza que el país en su conjunto necesita labrarse para afrontar los retos de futuro al despejar dudas en cuanto al horizonte que se le adivina a la Monarquía parlamentaria y establecer un nuevo vínculo respecto a las generaciones más jóvenes. Vínculo en el que la Princesa de Asturias representará un papel fundamental desde ahora mismo. Cumplidos nueve años de la llegada de Felipe VI a la Jefatura del Estado, tras la abdicación de Juan Carlos I, la Corona se muestra tan cerca de la sociedad y tan comprometida con las demás instituciones ante los desafíos que se suceden que Leonor de Borbón y Ortiz llegó ayer a la mayoría de edad viendo cada día cómo reina su padre desde «el sometimiento al Derecho». A partir de ahora deberá ser partícipe activa de su reinado. En el acto de imposición del Collar de Carlos III proclamó que «los intereses generales» de la nación guiarán todos sus actos. Pero es una joven que merece y necesita el espacio y el tiempo precisos para crecer como persona y como mujer. Para tomar todas cuantas decisiones adopte como una ciudadana libre, aun siendo consciente de las obligaciones que tiene contraídas. Espacio y tiempo que los españoles han de brindarle y respetar en la seguridad de que se verán identificados en ella.
El de ayer fue un acto parlamentario. Y, sin embargo, hubo grupos que decidieron no acudir al Congreso -todos ellos, socios con los que Pedro Sánchez aspira a continuar en La Moncloa-, al igual que tres ministros en funciones, mientras los presidentes autonómicos de Euskadi y Cataluña declinaban la invitación. Aunque la Constitución consagra un sistema de libertades que, lógicamente, permite disentir al respecto, el Rey recordó que «la Corona simboliza la unidad y la permanencia de España». Al testimoniar ese disenso mediante la ausencia a una ceremonia de tanta trascendencia se incurre en algo más que en una falta de cortesía: se transmite un mensaje de deslegitimación que afecta a todas las instituciones de la democracia. Un mensaje que contrasta con «la lealtad, el respeto y el afecto del Gobierno» asegurado por Sánchez a la Princesa, a la vez que dos ministras en ejercicio proclamaban que trabajan y seguirán haciéndolo para que nunca sea Reina. Y también con las palabras con las que la presidenta del Congreso evocó el discurso que hace 37 años pronunciara Gregorio Peces Barba con motivo de la jura del hoy Rey situando el Parlamento como centro de la concordia.
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