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Iñigo Urkullu anunció ayer la convocatoria de las elecciones autonómicas para el 21 de abril, como se especulaba desde hace semanas. La disolución del Parlamento ... vasco pone fin a una legislatura convulsa, condicionada por la pandemia, la guerra en Ucrania y sus derivadas sanitarias, económicas y sociales. El lehendakari la ha estirado hasta completar la aprobación de las leyes pendientes y encarrilar con el Ejecutivo central las negociaciones para las transferencias de cercanías ferroviarias, homologación de títulos y políticas de inmigración, que están a punto de ser cerradas. El dirigente nacionalista aprovechó su comparecencia para hacer balance de su etapa al frente del Gobierno vasco, antes de ceder el testigo a su sustituto, y realizar una inusual petición de perdón por sus «errores» que sonó sincera y es uno de esos gestos que humanizan a la clase política y la acercan a la ciudadanía.
Aguarda una campaña de muy alto voltaje ante unos comicios marcados por la polarización, en especial entre el PNV y EH Bildu. En ella, el PSE intentará ampliar su espacio eternamente complementario; el PP, subirse a la ola de Feijóo; y Podemos y Sumar, evitar la posible factura de ir por separado. Todo ello en un contexto en el que el ensordecedor ruido de la política española, sobre todo por el enconado debate en torno a la ley de amnistía, puede proyectar interferencias. Euskadi se enfrenta también al relevo generacional que reflejan casi todos los candidatos -nuevos en su mayoría- y al desafío de conectar con una ciudadanía más preocupada por la sanidad, la vivienda y el empleo que por disquisiciones identitarias. La cita con las urnas medirá, además, si existe una real pulsión de cambio o un desgaste en la gestión de la fórmula PNV-PSE. Los jeltzales se juegan en el relevo de Urkullu por Imanol Pradales su credibilidad como partido que ha gobernado la comunidad desde la Transición. EH Bildu, con una estrategia pragmática, debe demostrar hasta qué punto ha madurado como alternativa de poder y despejado lastres del pasado como la falta de un mínimo desmarque ético del terrorismo y la coacción de ETA. Los socialistas tendrán en su mano la llave de las futuras mayorías.
El País Vasco cuenta con una tradición política de entendimiento entre diferentes, notablemente acreditado en el último tramo de la legislatura, y afronta una oportunidad para el debate sobre sus verdaderos problemas que aborde las propuestas y soluciones de futuro con más realismo y más democracia.
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