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El 23-J ha dibujado un mapa político en Euskadi con el PSE como partido mayoritario gracias al voto útil para impedir un Gobierno del PP y Vox, mientras el PNV pierde más de 100.000 papeletas y una EH Bildu al alza le pisa ... los talones. Los resultados del domingo no son extrapolables sin más a las autonómicas del próximo año, pero no por ello cabe ignorar la persistencia de los movimientos detectados en las municipales y forales de mayo, sobre todo en el campo nacionalista. Aunque detrás de los síntomas de debilidad jeltzale existan factores como la aguda polarización nacional, no le son ajenas la aparición de un cierto desgaste -al que había sido inmune hasta ahora- por errores de gestión ni su dificultad para atraer a los electores más jóvenes, lo que le han llevado a vencer por la mínima en su feudo vizcaíno y a ser tercera fuerza en Gipuzkoa y cuarta en Álava. Sabin Etxea habrá de analizar con espíritu autocrítico las señales de alarma que le transmiten las urnas y obrar en consecuencia ante la posibilidad de que el crecimiento de la izquierda abertzale al rentabilizar su barniz más social y posibilista altere sustancialmente los actuales equilibrios en el Parlamento vasco.
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