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El Aberri Eguna se desarrolla este año en un clima de normalidad después del covid. El nacionalismo vasco volverá a celebrar su día festivo en ... un contexto de creciente tensión política y de rivalidad electoral ante la próxima cita en las urnas del 28 de mayo en la que se decidirá el control de los ayuntamientos y diputaciones forales. Lo hará también en una coyuntura de transición, en la que mantiene en su seno un discurso reivindicativo que forma parte de su ADN ideológico y de sus rituales, y, a la vez, en una sociedad que ha cambiado en los últimos años y en la que la pulsión identitaria se ha enfriado considerablemente. El fin del terrorismo de ETA y el mayor peso del debate económico y social han trastocado el paradigma tradicional del abertzalismo. En paralelo, se intuye en el horizonte la reapertura del debate sobre el modelo de Estado, que podría reactivarse si los partidos nacionalistas periféricos ponen sobre la mesa la revisión del actual diseño y Pedro Sánchez necesita su concurso para seguir en el poder en la próxima legisatura.
Pero cualquier reforma estructural del Estado autonómico necesitará el concurso tanto del PSOE como del PP. Reconocer la bilateralidad del autogobierno vasco y la singularidad del mismo, con rasgos más confederales que autonómicos, o dar pasos hacia una visibilización mayor de la plurinacionalidad del Estado abre un proceso que solo es viable si cuenta con un amplio consenso de partida. No se puede construir un modelo integrador con medio país contra el otro. La ampliación de un acuerdo sobre el nuevo estatus de Euskadi que sea compatible con el ordenamiento constitucional, que incluye sus mecanismos de reforma, implica abandonar cualquier aventura rupturista y asumir un cuadro de plena lealtad institucional con España y la Unión Europea.
El Aberri Eguna interpretará en clave reivindicativa una de las caras de la realidad de gran relevancia: la que representa a las familias del nacionalismo vasco. Pero no supone aún el día integrador en el que la Euskadi moderna celebre su nacionalidad que el Estatuto recoge en su título preliminar. El derecho a decidir que centrará hoy el discurso de exigencia nacionalista corrobora que solo es una aspiración de parte y, a la vez, un elemento de división que en vez de ampliar el acuerdo lo reduce. Cualquier reforma del marco jurídico no puede eludir este principio de realidad.
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