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Un juzgado de Vitoria ha archivado la causa abierta por la presunta filtración de exámenes en la OPE de Osakidetza para especialidades médicas de 2018 al no observar «indicios racionales» de que los inculpados -19 miembros de los tribunales internos y opositores- cometieran los delitos ... que se les atribuían pese al cúmulo de datos sospechosos que cuestionaron la limpieza del proceso. La verdad judicial concluye que no hubo fraude. Al menos, no pruebas fehacientes que confirmen su existencia y permitan asignar culpabilidades penales. Se cierra así uno de los mayores escándalos durante el mandato de Iñigo Urkullu como lehendakari, que llevó a dimitir al consejero Jon Darpón y a la directora general del Servicio Vasco de Salud, quienes, aunque puedan presentarse ahora como víctimas, se limitaron a asumir su responsabilidad política por un sistema de selección propicio al favoritismo, se diera o no en este caso.
La decisión merece el máximo respeto, como todas las que emanan de la Justicia. Pero la exoneración de los encausados, en los que siempre ha de prevalecer la presunción de inocencia, no significa que aquella oferta pública de empleo fuera un modelo a seguir. De hecho, a la vista de los resquicios que presentaba, Osakidetza introdujo significativos cambios en el sistema para dotarlo de mayores garantías de objetividad y transparencia. Las investigaciones iniciadas hace seis años han estado en manos de hasta cuatro juezas y se han desarrollado a trompicones y con una exhaustividad cuestionable, lo que en poco ha favorecido su avance. Al final han dado por bueno que hubiera una gran diferencia de notas entre los aprobados y los suspendidos. Que el número de los primeros coincidiera en algunas pruebas con el de las plazas en litigio. Que en los tribunales calificadores y entre los autores de los cuestionarios hubiese compañeros de hospital de los opositores más brillantes que se presentaban a esos mismos exámenes. Y que las respuestas de estos últimos fuesen en múltiples casos idénticas, incluidos los errores.
La última instructora atribuye a «celos profesionales» o a la «competencia» interna las dudas sobre la OPE lanzadas por algunos facultativos. El hecho de que, según el auto, no hubiese fraude constituye un aldabonazo para la imagen del Gobierno vasco, pero no significa la inexistencia de factores que alimentaban tal sospecha. Si algo bueno deja el escándalo es que cometerlo ahora sería mucho más complicado.
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