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Está por ver en qué queda la amenaza de Donald Trump de encarecer la factura comercial a los principales socios comerciales de Estados Unidos con su anunciada imposición de brutales aranceles a México, Canadá y China. Si obedece a un vuelco radical en la política ... económica de la primera potencia mundial, capaz de alterar sustancialmente los delicados equilibrios actuales en el mercado, o si, por el contrario, constituye una bravata populista más en busca de una posición de fuerza con los países señalados para negociar nuevos marcos de relación en condiciones más ventajosas. De momento, la advertencia, lanzada a falta de menos de dos meses para su regreso a la Casa Blanca, ha causado una comprensible alarma ante el riesgo de una guerra comercial global de impredecibles consecuencias que a nadie beneficiaría y que es preciso evitar a toda costa.
Lo insólito es el argumento ofrecido por el presidente electo para justificar la aplicación de un gravamen del 25% a los productos procedentes de México y Canadá, y de un 10% adicional a los de China: es su forma de castigarles si no frenan la «invasión» de inmigrantes irregulares y el tráfico de drogas, en especial de fentanilo, un potente opioide producido en el gigante asiático y que está causando estragos en EE UU, con 70.000 muertos por sobredosis al año. Esta feroz vuelta de tuerca proteccionista, que Trump insinuó en campaña al defender que la palabra «más hermosa» era arancel, pretende potenciar la producción nacional, especialmente en el sector del automóvil. Aunque no la ha incluido de momento en sus amenazas, ese movimiento sorprende a Europa en un momento de debilidad, con Alemania, su principal motor económico, con serios problemas para dejar atrás la recesión y sin un liderazgo fuerte tras el fin de la era Merkel.
El endurecimiento arancelario choca con la doctrina del Partido Republicano, defensor del libre mercado, y alimenta el aislacionismo del que el presidente electo ya ha dado muestras al ponerse de perfil en las guerras de Ucrania y Gaza, o la crisis climática. Es más que posible que la factura la acaben pagando, entre otros, sus propios votantes debido al encarecimiento de los productos afectados -la medida presionará al alza la inflación- y a una eventual pérdida de poder adquisitivo. Precisamente, esa fue una de las bazas que el magnate explotó en la reconquista de la Casa Blanca.
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