El acto de apertura del nuevo Año Judicial, presidido por el Rey Felipe VI, vino a recordar más que nunca la situación de precariedad e indigencia institucional en que se encuentra el tercer poder del Estado, cuando quien intervino, el presidente del Tribunal Supremo, Francisco ... Marín Castán, se encuentra en funciones; la misma situación que el presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Ello junto a numerosas vacantes en instancias jurisdiccionales, porque a la resistencia del Partido Popular para la renovación de su órgano de gobierno le siguió la reforma legal impulsada por el PSOE para impedir que el Consejo General pudiera ejercer todas sus atribuciones en situación de provisionalidad.

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Francisco Marín se dirigió ayer a los asistentes al acto solemne con palabras de total inquietud, al recordar que hoy las democracias también mueren por «el debilitamiento de las instituciones esenciales». Advirtiendo de que «en un contexto fuertemente polarizado decae la visión de Estado y se impone la radicalidad de partido». A un mes de cumplirse el año de la dimisión de Carlos Lesmes, a la que este recurrió tratando de instar a los dos grandes partidos de las Cortes, el popular y el socialista, para que desbloquearan la situación del CGPJ, el presidente accidental del Supremo insistió en que resulta inexcusable proceder a la renovación del Consejo. Más cuando el desdén con el que la confrontación partidista está contemplando la suerte que corre la Justicia ha llevado a las instituciones de la Unión Europea a reiteradas exigencias de solución. Mientras se presume que el desbloqueo se producirá con los nombramientos requeridos para devolver el gobierno de la Administración de Justicia a la normalidad, y luego cambiar su Ley orgánica «con arreglo a lo previsto en la Constitución, y atendiendo a los estándares marcados por Europa», como reclamó el magistrado Marín Castán. Es decir, dejando el gobierno de la Justicia en manos de los jueces.

Después de casi cinco años de un 'impasse' injustificable, el panorama político resultante de las elecciones del 23 de julio no permite pensar en una solución inmediata, sino todo lo contrario. Lo más probable es que el Poder Judicial continúe siendo rehén de una polarización que amenaza con ir a más sea quien sea el investido, o si todo acaba en una repetición electoral. Ello entre anuncios legislativos que ponen en cuestión la actuación de los tribunales.

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