La 'crisis de último minuto' que se ha generado por la acusación de Benjamin Netanyahu de que Hamás trataba de echarse atrás en determinados aspectos del acuerdo de tregua, comprometido en Qatar bajo los auspicios de Estados Unidos, no parece suficiente para malograr el inicio ... del alto el fuego el domingo en Gaza. Aunque, como ocurriera en Líbano a finales de noviembre, mientras no entre en vigor ambas partes tratarán de apurar las oportunidades de hacer daño al enemigo. Hostilidades a las que se añade el resquemor existente entre los sectores más extremistas del Gobierno liderado por Netanyahu por el hecho de que este armisticio temporal no se celebre sobre la derrota o la claudicación de Hamás. Por este motivo, se mantiene el peligro de reanudación de la guerra una vez que trascurra el mes y medio acordado.
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La prolongación de la tregua mediante sucesivos períodos de alto el fuego que permitieran finalmente hablar de paz es el horizonte que persiguen los mediadores; pero no necesariamente lo que tienen en mente los contendientes. Es erróneo suponer que la inercia belicista de Israel atiende únicamente a la continuidad de la fórmula extremada de Gobierno que mantiene a Netanyahu como primer ministro. Una amplísima mayoría de israelíes no acaba de confiar en que la causa palestina pueda ser administrada por sectores que renuncien al uso de la violencia y a la eliminación del Estado hebreo. A lo que se unen los recelos que los Estados Árabes mantienen, en el fondo, ante la remota eventualidad de que surgiera un Estado Palestino de lo que hoy son Cisjordania y Gaza.
Toda tregua es un receso que las partes en conflicto precisan para recomponerse. Mientras las ONGs que monitorizan el drama humanitario ven una oportunidad de 42 días para que la población gazatí se recupere algo en invierno, y distintas instancias internacionales como la UE libran presupuestos que financien un operativo de emergencia sin precedentes, sería ingenuo suponer que Hamás dejará de priorizar el mantenimiento de su poder sobre lo que queda de Gaza, y que el Eje de la Resistencia dirigido desde Teherán no aprovechará la distensión para reorganizarse y rearmarse de cara a una próxima andanada contra Israel. Esa es la tensión que subyace, y sobre la que ni siquiera Estados Unidos, y menos la Unión Europea, pueden ofrecer garantías. Porque tampoco se libran de las amenazas que pesan sobre Israel.
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