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La pandemia del covid puso de manifiesto, con sus devastadoras consecuencias, la vital importancia de disponer de unas redes de vigilancia sanitaria cuyas antenas sean capaces de detectar a la mayor brevedad situaciones de grave riesgo para la salud pública. Tales herramientas parecen haber funcionado ... de forma adecuada en el caso de la viruela del mono en África. La rápida propagación por varios países de una nueva variante del virus, más contagiosa y agresiva que la conocida hasta ahora, a raíz de un brote surgido en la República del Congo ha encendido a tiempo las alarmas de los centros de control y prevención de enfermedades de ese continente. En todo él fue declarada el martes por primera vez una emergencia. La Organización Mundial de la Salud acaba de decretar una alerta internacional. El denominado mpox, cuya extensión pretenden contener esas decisiones, ha causado más de 15.000 infecciones y casi medio millar de muertes en África este año. España es el país de la UE con una mayor incidencia.
Sería una irresponsabilidad despreciar la amenaza que supone el virus en un contexto en el que la globalización ha intensificado los viajes entre puntos distantes del planeta. Pero también alimentar temores que no guardan proporción con la auténtica magnitud del problema. Los sistemas de salud disponen de mecanismos de respuesta con una acreditada eficacia en pandemias de una dimensión muy superior. Además, el hecho de que el contagio no se produzca por vía aérea, sino a través de contactos físicos muy estrechos con los infectados –sobre todo, aunque no solo, relaciones homosexuales entre hombres–, limita de forma apreciable su posible radio de acción y debería favorecer el freno de la expansión de la viruela del mono con unas mínimas precauciones individuales por parte de la población de riesgo.
Aún así, se trata de un patógeno peligroso que obliga a redoblar la prevención antes de que pueda extenderse a sus anchas o mutar en alguna variante más letal. Ello implica, junto a un esfuerzo divulgativo de ámbito global, contenerlo en los países africanos más afectados mediante la masiva administración de vacunas –probablemente será necesario aumentar la actual capacidad de fabricación– y el refuerzo de sus muy precarias estructuras sanitarias. La ayuda internacional que requiere esa estrategia no es solo una obligada muestra de solidaridad, sino un paso ineludible del que se beneficiará todo el planeta.
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