El esperado sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) aporta la última evidencia científica sobre la responsabilidad de la actividad de los seres humanos en una emergencia que afecta a todas las zonas habitadas del planeta y provoca fenómenos meteorológicos ... extremos cada vez con mayor frecuencia. El anterior documento de los especialistas se conoció en 2014 y alumbró un año más tarde al celebrado Acuerdo de París. El publicado ahora sienta las bases para la cumbre de Glasgow en menos de tres meses. La influencia «inequívoca» que hace siete años se atribuía a la acción-o la inacción- de gobiernos, empresas y ciudadanos se ha vuelto «incontestable» en la perturbación sin precedentes del clima. El objetivo de limitar a 1,5º el aumento de la temperatura global se alcanzará diez años antes de lo estimado, en 2030, por lo que los próximos nueve ejercicios son vitales para evitar un suicidio medioambiental.
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Pese a que se trata de información especializada, nadie podrá alegar que no entiende la gravedad de la situación ni sus consecuencias. Porque ya no son previsibles sino muy reales, las estamos viviendo en directo y millones de personas, en carne propia. El panel de la ONU registra la «certeza total» de la relación de la crisis climática con las cada vez más intensas y frecuentes olas de calor, constata el incremento y severidad de los episodios de lluvias muy fuertes y considera irreversible el aumento del nivel del mar o el deshielo del Ártico. Advierte además del progresivo agotamiento de los océanos, los bosques y el permafrost para absorber el dióxido de carbono que colapsa la atmósfera. Los efectos de una subida de la temperatura en casi 1,1º respecto a la etapa preindustrial no podrán contenerse a menos que se reduzcan las emisiones de gases un 8% anual en la próxima década. Un porcentaje equivalente al inducido en 2020 por la pandemia pero que costará mantener si la recuperación económica no profundiza en los objetivos de descarbonización y abandono de los combustibles fósiles, transformación de los modelos de producción extractiva, del sistema alimentario y de los hábitos de consumo. La cita de Glasgow aguarda los planes para 2030 de unos gobiernos que desde ya deben sentir la presión de todos y cada uno de los ciudadanos contra decisiones políticas y empresariales que no pueden seguir colocando al mundo en la cuenta atrás.
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