La crisis migratoria desatada en Ceuta no puede desligarse de la quiebra que revela en las relaciones entre España y Marruecos. Resulta estremecedor descubrir que en las localidades marroquíes próximas a esa ciudad autónoma y a Melilla viven miles de jóvenes dispuestos a aventurarse para ... dar un salto a nuestro país y a Europa. Pero es descorazonador percatarse de que el régimen de Mohamed VI no tiene escrúpulo alguno en utilizar a adolescentes y menores como arietes involuntarios de una mezcla de vendetta y chantaje. Una situación en la que en los últimos días se han visto también hombres y mujeres adultos alentados por rumores intencionados a acercarse a las costas españolas que son a la vez la frontera de la UE.
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Lo ocurrido desde la madrugada del pasado lunes atestigua que África encierra millones de voluntades migratorias, de necesidades y aspiraciones por escapar del hambre, la pobreza extrema y la persecución sectaria. Es previsible que su presión sobre la frontera sur europea y las aguas del Estrecho se intensifique hasta el verano. Un desafío que las instituciones de la Unión y los gobiernos nacionales deben afrontar regulando unitariamente la inmigración legal y evitando que los compromisos políticos y financieros hacia los países de origen y tránsito en África se vuelvan en contra de aquellos que los migrantes ven como destino. «Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir», declaró la embajadora de Marruecos en Madrid, sabedora de que el asunto se añadiría a las tensiones internas de la política española, tras ser convocada por la ministra Arancha González Laya.
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El Gobierno pudo acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, necesitado de hospitalización a causa de la covid, de una manera más franca. Pero en ningún caso podía sortear la petición de Argelia para cuidar de la salud de una persona y de un interlocutor ineludible en el contencioso del Sáhara. El presidente Pedro Sánchez se trasladó ayer a Ceuta y Melilla en un gesto con el que subrayó la españolidad de ambas ciudades y garantizó la seguridad de sus habitantes ante una crisis nacional, tras anunciar que quienes accedan a nuestro territorio de manera irregular serán devueltos a Marruecos si no son menores o no presenten perfiles de especial vulnerabilidad. Un gesto imprescindible de afirmación de la soberanía nacional. Pero que requiere del restablecimiento de vínculos de mínima confianza con Rabat para contener la avalancha migratoria.
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