El atasco del TAV

Editorial ·

La llegada de la alta velocidad a Euskadi precisa certezas, y no más retrasos como los que acumulan los accesos a Bilbao y Vitoria

el correo

Miércoles, 16 de junio 2021, 00:21

Las obras del tren de alta velocidad forman parte del paisaje de Euskadi desde hace quince años. La desesperante lentitud con la que avanzan y los sistemáticos incumplimientos de los sucesivos plazos comprometidos para su finalización no solo han diluido la percepción social de que ... está próxima una infraestructura estratégica para la comunidad. Además, suscitan frustración y alimentan la desconfianza hacia las instituciones. La última fecha barajada por ahora para la puesta en marcha del TAV oscila entre finales de 2026 y comienzos de 2027, tres años más tarde de la anterior pactada por los gobiernos central y vasco. La constatación de que, a pesar de ese nuevo retraso, para entonces no estarán concluidas las estaciones soterradas de Bilbao y Vitoria constituye un jarro de agua fría añadido a la suma de decepciones que han jalonado desde su inicio la llegada del AVE.

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En el mejor de los supuestos, Euskadi se incorporará a la alta velocidad 34 años después de la inauguración de la red y con un escandaloso e injustificable retraso respecto a las principales ciudades españolas. Ante el continuo alejamiento de los plazos barajados, que ya superan incluso las previsiones más pesimistas, no puede extrañar que las administraciones se planteen como alternativa el arranque de la 'Y' ferroviaria en cuanto esté concluido el trazado sin esperar a que acaben los accesos a ambas capitales, que todavía necesitarán más tiempo. Se trata de un plan provisional congruente con la urgencia esgrimida para disponer del tren y que merece ser analizado en detalle, pero sin cuestionar en ningún caso que las dos estaciones definitivas estarán soterradas. El portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, lo dio ayer por bueno frente a los serios recelos de responsables del PNV -su propio partido- como Juan Mari Aburto y Ramiro González, que han considerado inaceptable esa fórmula sugerida por el consejero de Transportes, Iñaki Arriola, del PSE. En poco ayuda el confusionismo creado por un estéril pulso político tras el que cabe intuir la renuencia a hacerse cargo de una nueva decepción a cuenta del TAV.

Si al final se adopta, esa medida en modo alguno puede servir de excusa al Ejecutivo central para demorar 'sine die' el final de las obras en los términos prometidos. No caben más aplazamientos. Es hora de certezas. Cada retraso supone un lastre para la competitividad de Euskadi, pero también para la credibilidad de los poderes públicos.

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