Economía verde: cooperación y fiscalidad
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Las evidencias son tales que no abogar por la tutela del planeta es un ejercicio suicidaLa premonición de los estragos climáticos se ha cumplido y la casa común se halla sacudida en sus cimientos. Recordarlo puede parecer algo impostado ya que hallamos un amplio elenco de posturas encontradas que van desde la amnesia hasta la indiferencia, la resignación confortable o ... una fe utópica en las posibles soluciones aportadas por los avances tecnológicos. Por ejemplo, un negacionista consumado como Donald Trump defiende que, mientras exista el invierno, el cambio climático es mentira. ¡Ahí es nada!
Pero la verdad es que la convergencia científica es tan alta y las denuncias de los organismos internacionales tan contundentes que no posicionarse en favor de la tutela del planeta resulta un ejercicio suicida.
Tal es la amenaza, que la sostenibilidad descubre su naturaleza ética como reacción ante el doble asalto a los bienes comunes: siendo estos de todos, se saquean por unas minorías, y siendo intemporales, se agotan en el presente, en perjuicio de futuras generaciones. El desarrollo sostenible y la economía verde se conciben como aquellos que satisfacen las necesidades de hoy sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras.
Al día de hoy hemos sobrepasado la zona segura en cuatro de los nueve procesos básicos de la Tierra ('Earth System'). Estos nueve límites planetarios miden científicamente los intervalos que restan hasta la perturbación irreversible de la Tierra. Traspasados dichos limites y en alerta roja se hallan las zonas de alto riesgo. En amarillo se conceptúan los agentes que generan peligro por su incertidumbre y que aumentan progresivamente su nivel de peligrosidad. El color gris se utiliza para destacar variables que no se han podido cuantificar y que requieren, por tanto, de una mayor investigación.
En nivel amarillo se hallan el cambio climático y los cambios en el uso del suelo. En nivel rojo la lesión de la biodiversidad y el avance de los flujos bioquímicos, resultando aun una incógnita -nivel gris- el grado de carga del aerosol atmosférico y las nuevas sustancias químicas u organismos biológicos (transgénicos).
El retroceso de la diversidad genética que mide la capacidad de la biosfera para mantenerse a largo plazo ante los cambios destaca en rojo extremo. Los científicos estiman que la pérdida de biodiversidad podría estar produciendo cambios irrecuperables. Como ejemplo, la población mundial de vertebrados disminuyó un 60% entre 1970 y 2014.
Los acuerdos de Paris sustituirán al Protocolo de Kioto a partir de 2020.
El objetivo de los 97 países firmantes ha consistido en mantener la temperatura media mundial por debajo de 2 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, aunque los países se comprometen a llevar a cabo todos los esfuerzos necesarios para que no rebase los 1,5 grados, buscando el equilibrio entre los gases emitidos y absorbidos a partir de 2050, es decir, cero emisiones netas. El 1 de junio de 2017, el presidente Trump anunció la retirada de Estados Unidos de este acuerdo. Por el contrario, China, el mayor contaminante del mundo, ha ratificado su decidida voluntad de contribuir a la lucha contra la degradación medioambiental.
Lamentablemente, la intensidad del avance del deterioro climático no solo no admite prórrogas, sino que apenas puede asumir los plazos establecidos por un grupo central de países, por lo demás mayoritariamente incumplidos.
En España, Pedro Sánchez ha anunciado la prioridad programática del Gobierno para la transición energética. En Euskadi la sensibilización hacia el problema es relativamente alta. El Gobierno vasco asume el objetivo de cero emisiones netas en 2050 e impondrá políticas de protección medioambiental a los ayuntamientos de municipios de más de 5.000 habitantes. La sociedad civil encabeza algunas iniciativas pioneras, muy gratificantes para el medioambiente.
A la sensibilización general -que es insuficiente- debe acompañar el estímulo político de la innovación y una firme estrategia fiscal, tanto doméstica como internacional, comenzando por la eliminación de subsidios a todos los productos que generen gases nocivos y premiando a quienes los frenen; la implantación de tasas medioambientales y sanciones a quienes transgredan la legalidad, y gravámenes sobre vehículos de combustión y extendiendo la política de permisos y derechos negociables, siempre, como se ha dicho, bajo la premisa de la cooperación internacional.
La posición final de Estados Unidos resultará, a estos efectos, determinante.
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