El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

El estudio de una lengua resulta apasionante cuando te sumerges en los múltiples usos y acepciones de un determinado vocablo. Ahí están los artículos y los foros lingüísticos que se esfuerzan en recoger las muy variadas expresiones y significados de tal o cual palabra. Es ... apasionante cuando las entendemos y las dominamos, aunque no hayamos reflexionado sobre ellas. Por el contrario, durante el aprendizaje de otra lengua, resulta complicado, y a veces imposible, saber todos los significados, según el contexto, de una determinada voz. No es tarea fácil aprender en castellano, pongamos por caso, qué puede significar la voz 'huevo'. Emulando a un conocido académico, he creado este relato para la ocasión: «No sé cocinar, pero, mira, me he hecho un huevo al plato, porque como me han retado ¡a que no hay huevos!, dada mi fama de huevón, me lo han puesto a huevo. He dicho ¡por huevos que lo hago!, y echándole muchos huevos al asunto, aunque al final me ha costado un huevo, lo he conseguido».

Publicidad

Y hablando de lenguas, esta última semana he descubierto un 'nuevo' significado del vocablo 'discípula' que, confieso, desconocía. Leo en la prensa las declaraciones de un catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid sobre algo de la reconstrucción de un acta firmada por discípulas, por lo que ayer mismo fue suspendido. Ya saben el lío que ha sido investigado y destapado por la prensa (eldiario.es): hay un trabajo fin de máster que no aparece, el famoso TFM (no confundir con Transportes Ferroviarios de Madrid o con el álbum de Lady Gaga 'The Fame Monster'), un acta que necesita un acto de fe, un tribunal que nunca se reunió, un cambio de calificaciones fuera de fecha, una alumna que no fue a clase y que además es la presidenta de la Comunidad de Madrid, una matrícula que se pagó no sé cuándo, un rector que intenta salvar los muebles de su universidad, etcétera. En un primer momento, pienso que la persona que ha redactado la noticia ha podido cometer un error, comprensible por otra parte, dada la maraña de datos que hay sobre el caso y la avalancha de declaraciones diarias de unos y otros bajo el grito ¡sálvese quien pueda! Voy a la fuente, que es un programa de radio, y oigo directamente las declaraciones de dicho profesor. No, no hay error. El susodicho explica al periodista que se ha reconstruido un acta y que ha sido firmada por «dos de mis discípulas». Y no lo dice una vez, ni dos, ni tres… El periodista se empeña en preguntar por la actuación de 'las profesoras', y el entrevistado se enroca en «sus discípulas» y en «dígame, Don Carlos» (el periodista). Pero, mi confusión viene porque entre los personajes de este sainete se encuentran: una alumna, que es la que tiene el máster, o no, o no se sabe, profesores varios, y dos discípulas, que firman actas. ¡Qué embrollo! Claro, las dos mujeres discípulas son, en realidad, profesoras de dicha universidad, tal y como se puede comprobar en la información pública ofrecida por esa institución. Exactamente «profesor contratado doctor» es lo que reza en sus perfiles, además de otros datos de su docencia o investigación. O sea, ¿profesora y discípula son palabras sinónimas? No lo sabía.

El diccionario de la Real Academia Española define discípulo-a, como «persona que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro», o bien «persona que sigue la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy posteriores a los maestros que la establecieron». Tal es el caso, de Hipatia, la filósofa y matemática alejandrina que fue discípula de su padre, y a su vez fue maestra, ergo tuvo discípulos, como Sinesio de Cirene, o Platón, discípulo de Sócrates, pero a su vez maestro de Aristóteles. Además, no podemos olvidar los que durante años han sido los discípulos por antonomasia, ya saben, los de Jesús de Nazaret, los doce que organizaron una cena y no terminaron bien. También están las Discípulas de Jesús, congregación religiosa católica femenina que, dicho sea de paso, fue fundada por un hombre en el año 1942 en Valladolid.

El caso es que cualquier disciplina dispone de maestros y discípulos. Pero el meollo de la cuestión es preguntarse cuándo esas mujeres, discípulas, por lo que parece, de la doctrina del catedrático, llegan al grado de docentes, profesoras o enseñantes. A mi entender, si ya son doctoras, si ya están ejerciendo la docencia, si están en las aulas enseñando su disciplina, y si encima forman parte de un tribunal de máster ¿a qué viene referirse a ellas, en un asunto tan grave como éste, como «mis discípulas»? ¿Este maestro no ha aprendido aún que esas mujeres también pueden llegar a tener una identidad propia? ¿Siempre van estar tuteladas por él? ¿O es que él se presenta como «soy discípulo de»? ¿Son suyas? ¿Y él de quién es? ¿No llegan ni a Doñas, a ese trato que tanto le gusta y no duda en utilizar con un periodista-hombre? Pues debería saber que ya son Doñas desde hace tiempo, y si no, que repase los usos de este distinguido tratamiento, tan antiguo como su propia línea de pensamiento. Sería deseable que, como son 'sus' discípulas, también cargue con 'sus' culpas. Pero volviendo al principio, no me sale otra cosa que decir: ¡olé tus huevos!

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad